El Papa alienta la cercanía cristiana a los enfermos terminales

Al recibir a las familias religiosas fundadas por el beato Luigi Guanella

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 3 noviembre 2004 (ZENIT.org).- El pasado viernes 30 de octubre, Juan Pablo II alentó a las familias religiosas fundadas por el beato Luigi Guanella, cuya obra celebra el centenario de su presencia en Roma, en su labor de cercanía humana y espiritual de los enfermos terminales.

Al beato Guanella le gustaba decir: «El bien hay que hacerlo bien», dijo el Santo Padre durante la audiencia al dirigirse a sus seguidores, a quienes exhortó a ser «buenos samaritanos» de los pobres.

«Desde siempre, la muerte y el morir son un desafío no privado de angustia para el ser humano –explicó el Papa–. Fundando la ‘Pía Unión del Tránsito di san José’ para los moribundos, don Guanella supo suscitar una corriente de oración para ayudar a quienes están a punto de cruzal el umbral de la eternidad».

Juan Pablo II, subrayó que «para dar amor a los hermanos, hace falta ir a buscarlo a la hoguera de la caridad divina, gracias a un contacto constante con Cristo en la oración».

«Que os anime aquél fuerte espíritu de fe que hacía repetir a don Guanella: ‘Es Dios quien actúa, nosotros sólo somos instrumentos de la Providencia’», recordó.

Tras 89 años, han vuelto a Roma los restos mortales de don Guanella. La urna llegó a la casa general de los Siervos de la Caridad en Roma el pasado 16 de octubre.

El Santo Padre, al referirse a la presencia en Roma de los restos mortales del sacerdote, se auguró que puedan «animar» a imitar «sus virtudes para tender con todas las fuerzas a la ‘alta medida’ de la vida cristiana, que es la santidad».

Luigi Guanella nació en Fraciscio di Campodolcino (Sondrio, Italia) en 1842. En 1886, fue ordenado sacerdote. En su actividad pastoral, conoció las experiencias del Cottolengo y de don Bosco, al que conoció en Turín y con quien pasó tres años.

En 1881, fundó los Siervos de la Caridad y las Hijas de Santa María de la Providencia que, enseguida, desde la ciudad de Como se extendieron por toda Italia, así como en América, Asia y África.

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ZENIT Staff

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