El Papa: Ante la marginación, la Iglesia en Panamá alza su voz profética

Discurso a los obispos del país centroamericano en visita a Roma

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CIUDAD DEL VATICANO, 5 mar 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha pedido a los obispos de Panamá que eleven su «voz profética frente al perpetuarse de situaciones de discriminación» que se viven en el país.

Al recibir el sábado pasado a los prelados que componen la Conferencia Episcopal de ese país centroamericano, quienes llegaron al Vaticano para cumplir con la quinquenal visita que todo obispo de Roma realiza al Papa y a la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo, el pontífice recordó la «gran tradición» que tiene la Iglesia en ese país «de asistencia a los necesitados, de defensa de las minorías étnicas, de promoción humana y de fomento de la educación».

«Deseo animaros a proseguir por este camino, más aún, a promover con mayor creatividad una nueva imaginación de la caridad para hacer frente a la magnitud de algunos fenómenos de marginación social y cultural, así a como a las nuevas formas de pobreza, tanto material como espiritual, que se perfilan al comienzo del nuevo milenio», afirmó el Santo Padre.

De los 2 millones 760 mil habitantes panameños que registra el Anuario Estadístico de la Iglesia en 1998, 2 millones 386 mil están bautizados en el seno del catolicismo (el 86,4 por ciento). Ahora bien, en el país hay 7.582 personas por sacerdote.

Panamá siente un grave desajuste estructural que hace que su economía dependa en un 74% del sector de servicios. El Producto Interior Bruto (PIB) per cápita era de 6.700 dólares en 1997 y un índice de desempleo de un 13,1%.

Ante esta situación y ante la mala repartición de la riqueza, aclaró el Papa, «es importante mantener la voz profética frente al perpetuarse de situaciones de discriminación, aún cuando éstas no parezcan provocar desestabilización social».

Ahora bien, continuó diciendo el sucesor de Pedro, «la creatividad de la caridad ha de orientarse sobre todo a la búsqueda de métodos y actividades por parte de todos y cada uno en la construcción de su propio porvenir y en el de la comunidad local y nacional».

«La Iglesia, que se esfuerza por promover el bien integral de cada persona, y, por tanto, de su dimensión social y comunitaria, no se conforma con que se alcance un simple bienestar o comodidad de vida –aclaró–. Ha de esforzarse en promover la verdadera dignidad de la persona, que implica, por un lado, el respeto de los derechos humanos fundamentales y, por otro, su sentido de responsabilidad, solidaridad y cooperación para construir un mundo mejor para todos».

«Ésta es una misión específica de los fieles laicos –concluyó el Papa–, a los que se ha de prestar una atención pastoral privilegiada, para que tengan una recia formación cristiana y una gran fuerza de ánimo en su cometido social. De este modo sabrán impregnar con los valores evangélicos el mundo de la cultura, de la ciencia o de la política».

Antes de despedirse de los obispos de Panamá, el pontífice les dejó una consigna particular: «La imagen que tiene vuestro país en el mundo, como lugar crucial de paso y comunicación, es una invitación a que sus comunidades eclesiales sean modelo en su capacidad de aunar esfuerzos, de dialogar con todos y de construir indestructibles lazos de unidad, respetando al mismo tiempo la diversidad de cada cultura».

Puede leer el discurso íntegro del Santo Padre en El Papa: La Iglesia en Panamá, una voz profética ante la marginación.

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ZENIT Staff

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