El Papa apoya el nacimiento de la Iglesia en Mongolia

Con la creación de una prefectura apostólica en el país

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CIUDAD DEL VATICANO, 8 julio 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha consolidado el inicio de la Iglesia en Mongolia, uno de los países con inferior número de católicos del mundo, erigiendo una prefectura apostólica en el país.

La prefectura apostólica constituye el primer paso de la organización de la jerarquía eclesiástica en un determinado territorio. Hasta ahora, la estructura de la Iglesia católica era la «misión sui iuris» de Urga, antigua Ulan-Bator (Mongolia), confiada a los Misioneros de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (CICM).

Hoy, la comunidad católica en Mongolia cuenta con unas cien personas (hace diez años no había casi ninguna). En el país trabajan cuatro sacerdotes de la CICM y dos sacerdotes coreanos «fidei donum». Pronto llegarán seis religiosos salesianos con el objetivo de abrir un centro vocacional.
Trabajan en Mongolia, además, cinco Misioneras de la Congregación del Corazón Inmaculado de María, cuatro Misioneras de la Caridad y cuatro religiosas de la Congregación de St. Paul de Chartres.

El Papa ha nombrado como primer prefecto apostólico de Ulan-Bator al religioso filipino Wens Padilla, CICM, nacido en 1949, quien hasta ahora era superior de la «misión sui iuris» de Urga. La Misión queda confiada a la CICM.

Mongolia, inmenso país en gran parte deshabitado, tiene una población de tres millones de habitantes aproximadamente.

En 1921, la Santa Sede ya había asignado la atención pastoral de Mongolia a los misioneros CICM. Sin embargo, nunca pudieron llegar al país, pues al año siguiente Mongolia quedó involucrada en la revolución soviética «cayendo inexorablemente bajo el control de Moscú», explica un comunicado de prensa publicado este lunes por la Santa Sede.

«Durante más de setenta años Mongolia mantuvo una independencia nominal, pues de hecho dependía en todo de Moscú –sigue diciendo la nota vaticana–. La Iglesia católica fue alejada de esa tierra».

«En 1991, inmediatamente después de la caída del imperio soviético, el gobierno de Ulan-Bator pidió a la Santa Sede el envío de misioneros católicos y el establecimiento de relaciones diplomáticas», añade el comunicado.

Fue así como los misioneros CICM pudieron cumplir con el encargo pastoral que les había dado el Papa hacía setenta años. Al llegar los primeros religiosos, no encontraron ninguna comunidad cristiana.

«El fervor de la acción eclesial emprendida y el aumento del número de los católicos locales permiten confiar en el futuro», concluye la nota vaticana que transmitió este anuncio.

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ZENIT Staff

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