El Papa asegura que ha llevado la esperanza de Cristo al país de la «sana laicidad»

Al hacer un balance de su viaje apostólico a los Estados Unidos

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 30 abril 2008 (ZENIT.org).- Al hacer este miércoles un balance de su visita a los Estados Unidos, del 15 al 21 de abril, Benedicto XVI aseguró que ha tratado de llevar la esperanza de Cristo a la tierra de la «sana laicidad».

Como es costumbre, el Papa repasó los momentos más significativos de su primera peregrinación como Papa a tierras estadounidenses junto a los 40.000 peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano con motivo de la primera audiencia general celebrada a su regreso.

Definió con estas palabras el objetivo que se marcó con su visita: «confirmar en la fe a los católicos, renovar e incrementar la fraternidad con todos los cristianos, y anunciar a todos el mensaje de «Cristo nuestra esperanza», como decía el lema del viaje».

Evocando la festiva acogida que le ofreció el presidente de los Estados Unidos George W. Bush, en la Casa Blanca, en el día de su cumpleaños, el Papa explicó que pudo «rendir homenaje a ese gran país, que desde los inicios se ha edificado a partir de una feliz conjugación entre principios religiosos, éticos y políticos, y sigue siendo un válido ejemplo de sana laicidad».

Este cimiento, explicó, permite que «la dimensión religiosa, en la diversidad de sus expresiones, no sólo sea tolerada, sino valorada como «alma» de la nación y garantía fundamental de los derechos y de los deberes del ser humano».

En este contexto, reconoció, «la Iglesia puede desempeñar con libertad y compromiso su misión de evangelización y promoción humana y, al mismo tiempo, puede ser de estímulo para un país, como los Estados Unidos, al que todos dirigen su mirada como uno de los principales agentes del escenario internacional, para que se oriente hacia la solidaridad global, cada vez más necesaria y urgente, y hacia el ejercicio paciente del diálogo en las relaciones internacionales».

Por lo que se refiere al mensaje que dejó a la Iglesia de ese país, constató que uno de los momentos más importantes fue su encuentro con la conferencia episcopal en el que pudo «apoyar a mis hermanos en el episcopado en su difícil tarea de sembrar el Evangelio en una sociedad marcada por muchas contradicciones, que amenazan la coherencia de los católicos y del mismo clero».

«Les animé a elevar su voz sobre las cuestiones morales y sociales actuales y a formar a los fieles laicos para que sean buena «levadura» en la comunidad civil, a partir de la célula fundamental que es la familia», recordó.

«En este sentido, les exhorté a volver a proponer el sacramento del Matrimonio como don y compromiso indisoluble entre un hombre y una mujer, ámbito natural de acogida y de educación de los hijos».

«La Iglesia y la familia, junto a la escuela, especialmente la de inspiración cristiana, deben cooperar para ofrecer a los jóvenes una sólida educación moral, pero en esta tarea también tienen una gran responsabilidad los agentes de la comunicación y del entretenimiento».

Y luego, «pensando en el doloroso caso de los abusos sexuales a menores cometidos por ministros ordenados», el Santo Padre aseguró que quiso «expresar a los obispos mi cercanía, animándoles en el compromiso de curar las heridas y de reforzar las relaciones con sus sacerdotes».

Luego el obispo de Roma siguió repasando otros momentos que quedarán grabados en su memoria para siempre, haciendo especial hincapié en la emocionante visita al cráter de la Zona Cero, donde surgían las Torres Gemelas, y a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.  

El Papa agradeció a Dios la posibilidad que le ofreció, en el sexagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, de recordar «su fundamento universal, es decir, la dignidad de la persona humana, creada por Dios a su imagen y semejanza para cooperar en el mundo en su gran designio de vida y de paz».  

«Al igual que la paz, el respeto de los derechos humanas se arraiga en la «justicia», es decir, en un orden ético válido para todos los tiempos y para todos los pueblos, que puede resumirse en la famosa máxima «No hagas a los demás lo que no querrías que te hicieran a ti mismo», o, expresada de manera positiva con las palabras de Jesús: «todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos»».

El Papa concluyó recordando que esta visita ha celebrado los doscientos años de la primera arquidiócesis y de las primeras diócesis de los Estados Unidos.

«El pequeño rebaño de los orígenes se ha desarrollado enormemente, enriqueciéndose con la fe y las tradiciones de sucesivas oleadas de inmigración. A esa Iglesia, que ahora afronta los desafíos del presente, he tenido la alegría de anunciar nuevamente a «Cristo nuestra esperanza» ayer, hoy y siempre», confesó.

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ZENIT Staff

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