El Papa beatifica a un periodista víctima del nazismo y a otros seis fieles

Nikolaus Gross se opuso con la pluma al nacional-socialismo

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CIUDAD DEL VATICANO, 7 octubre 2001 (ZENIT.org).- Desde este domingo, la Iglesia católica cuenta con el modelo de vida de siete nuevos beatos, entre los que destacan dos mártires: un periodista sindicalista, víctima del nazismo; y un obispo asesinado en pleno genocidio armenio.

Nikolaus Gross (1898-1945), padre de familia, minero, sindicalista, periodista del periódico «Westdeutsche Arbeiterzeitung», ofreció una orientación decisiva a los obreros católicos durante el régimen nazi.

Arrestado por la Gestapo en 1944, tres semanas después de que fracasara el atentado contra Adolf Hitler, fue condenado a la horca: su cuerpo fue quemado y sus cenizas esparcidas por el campo.

«Con inteligencia comprendía que la ideología nacional-socialista era incompatible con la fe cristiana –recordó el Papa durante la homilía–. Con valentía, tomó la pluma para escribir a favor de la dignidad humana y por esta convicción fue llevado al patíbulo, pero esto le abrió el cielo».

El pontífice beatificó también a otra alemana, a quien también le tocó vivir en aquel período oscuro del siglo XX, Maria Euthymia Üffing (1914-1955).

Con entrega incansable se dedicó a los enfermos, recordó el obispo de Roma, en particular a los prisioneros de guerra y de los trabajadores extranjeros, que la llamaban «Mamá Euthymia».

El otro mártir de la beatificación de este domingo es el obispo armenio Ignace Maloyan, martirizado a los 46 años de edad en 1915. Estaba presente en una soleada plaza de San Pedro una delegación de la Iglesia apostólica armenia, en representación del patriarca Karekin II, quien acogió al pontífice del 25 al 27 de septiembre en su residencia de Etchmiadzin.

«Ante los peligros de la persecución», dijo el Papa, el prelado «no aceptó ningún compromiso». Es más, a quienes ejercían presión sobre él, les respondió: «Derramar mi sangre por mi fe es el deseo más vivo de mi corazón».

En la lista de los nuevos beatos aparece también la canadiense Émilie Tavernier Gamelin (1800-1851), quien tras perder a su marido y a sus tres hijos abrió las puertas de su casa a los más pobres de Montreal (enfermos mentales, huérfanos, presos, inmigrantes, desempleados, sordomudos…), atrayendo al mismo tiempo la generosidad de jóvenes mujeres con las que fundó la Congregación de las Hermanas de la Providencia de Montreal.

«Tenía un corazón abierto a toda necesidad –recordó el Papa–, sirviendo especialmente a los pobres y a los pequeños, a quienes quería tratar como reyes».

Tres italianos cierran el elenco de los beatificados. Uno de ellos es el padre Alfonso María Fusco (1839-1910), fundador de la Congregación de las Hermanas de San Juan Bautista, presentes hoy en cuatro continentes y 16 países, quien dedicó su vida al servicio de niños y jóvenes pobres, por lo que es conocido como el san Juan Bosco del sur de Italia.

El otro sacerdote italiano beatificado lleva su mismo apellido pero no era de su familia. Se trata de Tommaso Maria Fusco (1831-1891), fundador de las Hijas de la Caridad de la Preciosa Sangre. Con su vida dejó una lección, aseguró el pontífice: «nadie puede conquistar o ganar la fe solo. Sólo se puede pedir e implorar de lo Alto».

Eugenia Picco (1867-1921), religiosa que tuvo que afrontar la primera guerra mundial en la ciudad italiana de Parma, cerró la lista de los beatos de este domingo.

«Cargó con la pobreza de la gente, respondiendo a las necesidades de jóvenes y familias indigentes, y asistiendo a las víctimas de la guerra que en aquel período ensangrentaba Europa», evocó el Santo Padre.

La celebración de los nuevos beatos se convirtió en una gran plegaria por la paz. Durante las oraciones de los fieles, se pidió su intercesión «para que obtenga a los pueblos atormentados por las divisiones, el odio y las guerras, la suspirada paz».

Con la ceremonia de hoy, son ya 1267 los beatos proclamados por el Papa en 23 años de pontificado: 995 mártires y 272 confesores de la fe.

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ZENIT Staff

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