El Papa beatifica el domingo a un joven político e ingeniero «de la caridad»

Alberto Marvelli, de la Acción Católica, a los altares

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 2 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Cuando Juan Pablo II beatifique el próximo domingo en Loreto (Italia) al ingeniero italiano de «Acción Católica» Alberto Marvelli (1918-1946), brindará a la Iglesia universal una figura ejemplar para jóvenes y políticos.

Son rasgos que recalcó el arzobispo de Loreto el lunes, describiendo al futuro beato, a quien el Papa definió como «ingeniero de la caridad»: Alberto Marvelli «era un joven y como joven se hizo santo»; «de esta forma Marvelli nos recuerda que la juventud no es la edad de la irreflexión, ni la edad del tiempo para quemar y desperdiciar, no es la edad de los caprichos y de las diversiones», explicó monseñor Angelo Comastri.

«La juventud es el tiempo más bello en el que se puede hace el bien –reconoció en declaraciones a «Radio Vaticano»–. San Felipe Neri decía a los jóvenes de su tiempo: “¡Dichosos vosotros, jóvenes, que tenéis tanto tiempo para hacer el bien!”. Alberto Marvelli lo había comprendido y recuerda a los jóvenes precisamente esta verdad».

También «era un joven cristiano comprometido en política», donde «dejó un signo de limpieza, de transparencia, de dignidad, de corrección, que es un gran mensaje para los políticos de hoy. Se puede estar en política y se puede ser santo, y este es un grandísimo mensaje que viene de la vida de Alberto Marvelli», subrayó el prelado.

Originario de Ferrara (Italia), donde nació el 21 de marzo de 1918, Alberto Marvelli era el segundo de los seis hijos de Alfredo, empleado de banca, y María, comprometida en el asociacionismo de la época –damas de la caridad, mujeres de Acción Católica y Oratorio salesiano–, cuya figura fue fundamental incluso en su crecimiento espiritual.

Así Alberto también participó en el Oratorio salesiano y en «Acción Católica», donde maduró su fe con una opción decisiva: «Mi programa de vida se resume en una palabra: santidad».

De carácter fuerte y decidido y amante del deporte, en especial el ciclismo, Alberto oraba, impartía catequesis y demostraba celo apostólico, caridad y serenidad, según apunta la biografía distribuida por la Santa Sede. Eligió como modelo de vida juvenil a Pier Giorgio Frassati (1901-1925) –miembro de «Acción Católica Italiana» beatificado por Juan Pablo II en 1990–.

Finalizados sus estudios universitarios en ingeniería mecánica en 1941, Alberto se tuvo que alistar en el ejército, puesto que Italia estaba en guerra –conflicto que él condenó con firmeza–. Fue dado de baja por tener tres hermanos en el frente. Trabajó entonces durante un breve período en la empresa de automóviles FIAT de Turín.

Tras los acontecimientos que llevaron a la caída del fascismo y a la ocupación alemana del territorio italiano en 1943, Alberto regresó a su casa de Rímini. Sabía que su misión era convertirse en obrero de la caridad.

Desarrolló una gran labor de ayuda a los pobres en la segunda guerra mundial y fue uno de los protagonistas de la reconstrucción post-bélica de su ciudad.

Fueron tiempos en los que el futuro beato se privaba incluso de sus zapatos para dárselos a los necesitados y se desplazaba constantemente en bicicleta desde la ciudad a los lugares donde se ocultaban los refugiados para llevarles alimentos y consuelo espiritual, según declararon testigos en el proceso de beatificación.

Durante la ocupación alemana, Alberto también logró salvar a muchos jóvenes de la deportación. Después de la liberación de la ciudad el 23 de septiembre de 1945, al constituirse la primera junta del Comité de liberación, entre los asesores figura el futuro beato, con 26 años.

Se le encomendó poner orden en la concesión de viviendas en la ciudad y después el área de la reconstrucción, como colaborador del Ente de Ingenieros Civiles. Alberto escribió: «Servir es mejor que hacerse servir. Jesús sirve».

Cuando en Rímini volvieron a surgir los partidos políticos, se inscribió en la Democracia Cristiana, viviendo «su compromiso político como un servicio a la sociedad organizada: la actividad política podía y debía transformarse en la expresión más alta de la fe vivida», apunta la Santa Sede.

En 1945 el obispo le llamó a dirigir a los Profesionales Católicos. Su compromiso se sintetizó en dos palabras: cultura y caridad. También fundó una Universidad popular y abrió un comedor para pobres, donde él mismo les servía y escuchaba sus necesidades. Como cofundador de la ACLI («Asociación Católica de Trabajadores Italianos»), formó una cooperativa para los que se dedican a la construcción.

Demostró un auténtico amor hacia la Eucaristía, con la que mantenía una relación continua. De ahí sacaba fuerzas «para realizar su trabajo de redención y liberación, capaz de humanizar la faz de la tierra», resalta la Santa Sede.

Al anochecer del 5 de octubre de 1946, mientras se dirigía en bicicleta a un comicio electoral –era uno de los candidatos para la elección de la primera administración comunal–, un camión militar le atropelló causándole la muerte. Alberto Marvelli tenía entonces 28 años. Toda Italia lloró su desaparición.

En la historia del apostolado de los laicos, la figura de Alberto Marvelli se presenta como la de «un precursor del Concilio Vaticano II en lo que se refiere a la animación y el compromiso apostólico de los laicos en la transformación cristiana de la sociedad», reconoce la Santa Sede.

El 7 de julio de 2003 se promulgó en presencia de Juan Pablo II el decreto de reconocimiento de un milagro atribuido a la intercesión del joven miembro de «Acción Católica», abriéndose las puertas a su beatificación.

Junto a Marvelli, el próximo 5 de septiembre Juan Pablo II beatificará a otras dos destacadas figuras de «Acción Católica»: la joven laica italiana Pina Suriano y el sacerdote español Pere Tarrés i Claret.

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ZENIT Staff

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