El Papa beatificará al «médico de los pobres», Laszlo Batthyany-Strattmann

Falleció en 1931 con fama de santidad

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CIUDAD DEL VATICANO, 20 marzo 2003 (ZENIT.org).- El próximo domingo, Juan Pablo II proclamará beato al húngaro Laszlo Batthyany-Strattmann, padre de familia, médico e infatigable apóstol de los enfermos, que hizo vida su propio lema, «fidelidad y caridad».

Laszlo Batthyany-Strattmann nació el 28 de octubre de 1870 en Dunakiliti (Hungría). Fue el sexto hijo de una familia de la antigua nobleza húngara. En 1876, la familia se trasladó a la actual Austria a causa del permanente riesgo de crecidas del Danubio.

Laszlo perdió a su madre a la edad de doce años. Esta circunstancia le marcó profundamente y con frecuencia se le oía decir: «Seré médico y curaré gratuitamente a los enfermos pobres».

Por voluntad paterna, y ante el deber de administrar el patrimonio familiar, se matriculó en la Facultad de Agricultura en Viena. Estudió también Química, Física, Filosofía, Humanidades y Música.

Finalmente, en 1896 emprendió los estudios de Medicina en la Universidad de Viena, donde se licenció en 1900. Siendo aún estudiante, el 10 de noviembre de 1898 se casó con la condesa Maria Teresa Coreth, mujer de profunda religiosidad. El matrimonio fue muy feliz y tuvo 13 hijos.

En 1902 Laszlo Batthyany fundó un hospital privado con 25 camas en Kittsee, donde trabajaba. Al principio ejerció como médico general, pero posteriormente se especializó como cirujano y sobre todo como oftalmólogo. Durante la primera guerra mundial el hospital se amplió a 120 camas para atender a los soldados heridos.

Tras la muerte de su tío Odon Batthyany-Strattmann, en 1915, Laszlo heredó el castillo de Körmend en Hungría, el título de «príncipe» y el nombre de «Strattmann».

En 1920 la familia se trasladó a Körmend y en una zona del castillo estableció un hospital dedicado en particular a la oftalmología, una especialidad en la que Laszlo pronto se hizo célebre, tanto en su país como en el extranjero.

Atención médica, financiera y… espiritual

Ya en aquel tiempo todos conocían la intención de Laszlo de ser «médico de los pobres». Muchos necesitados de Körmend y de otras regiones buscaban su consejo y su ayuda. Laszo les proporcionaba atención médica gratuita. Como «precio» por el tratamiento y la estancia en el hospital pedía que rezaran un Padrenuestro por él.

Las recetas de farmacia se podían presentar gratuitamente y eran reembolsadas por su administración. Frecuentemente, los pobres recibían igualmente ayuda financiera.

Además de la salud física, Laszlo se preocupaba también del bienestar espiritual de sus pacientes. Antes de las operaciones pedía junto a los enfermos la bendición del Señor. Estaba convencido de que como médico sólo dirigía la operación; la curación la consideraba como un don de Dios.

Laszlo se sentía un instrumento en las manos de Dios. Cuando sus pacientes recibían el alta hospitalaria, les entregaba estampas y un folleto para su vida espiritual titulado «Abre los ojos y mira». Ya en aquella época muchos de sus pacientes y también sus familiares le consideraban un santo.

Su matrimonio fue siempre sereno hasta el final. Los esposos buscaban educar juntos a sus hijos como hombres y mujeres temerosos de Dios y honestos.

Cada día toda la familia participaba en la Santa Misa. A continuación, Laszlo daba a sus hijos una breve instrucción cristiana durante la cual les asignaba una tarea concreta a realizar como obra buena. Después del rezo del Rosario, por la tarde, se hablaba sobre el día trascurrido y la tarea asignada.

Los sentimientos cristianos de Laszlo se manifestaron igualmente durante su grave enfermedad. Desde el sanatorio Löw, en Viena, escribió a su hija Lilli: «No sé cuánto tiempo el buen Dios me hará sufrir. Me ha dado tanta alegría en mi vida que por ello ahora, a los 60 años, debo acoger también los tiempos difíciles con gratitud».

A su hermana le decía: «Soy feliz. Sufro atrozmente, pero amo mis dolores y me consuela el hecho de que los soporto por Cristo».

Después catorce meses de grave sufrimiento, el 22 de enero de 1931 murió en Viena en olor de santidad.

Tras su muerte, numerosas personas invocaban al médico como intercesor. Por ello, el arzobispo de Viena, junto al obispo de Szombathely, abrió el 30 de agosto de 1944 el proceso de beatificación, que posteriormente caería en el olvido.

Gracias a la iniciativa del obispo de Eisenstadt, Stefan László, el proceso se reabrió en 1982. El 11 de julio de 1992 el Santo Padre declaró la heroicidad de las virtudes de Laszlo Batthyany-Strattmann.

En 1989 tuvo lugar un milagro por intercesión del Siervo de Dios Laszlo Batthyany-Strattmann: un enfermo incurable de cáncer sanó de forma inexplicable, desde el punto de vista científico.

Esta curación fue examinada detalladamente y, doce años después, una comisión de médicos y teólogos la declaró auténtica.

Junto a Laszlo Batthyany-Strattmann, el Papa beatificará también en la celebración eucarística en la Plaza de San Pedro a las españolas Juana María Condesa –fundadora de la Congregación de las Religiosas Esclavas de María Inmaculada– y Dolores Rodríguez Sopeña –fundadora del Instituto religioso Catequista Dolores Sopeña–.

El mismo día proclamará beato al sacerdote francés Pierre Bonhomme –fundador de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora del Calvario– y a una religiosa misionera suiza, María Caridad Brader.

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ZENIT Staff

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