CIUDAD DEL VATICANO, 19 marzo 2003 (ZENIT.org).- El domingo 23 marzo, durante la celebración de la Eucaristía en la Plaza de San Pedro, Juan Pablo II proclamará beato al sacerdote francés Pierre Bonhomme, hombre de extraordinaria esperanza, misionero incansable y gran devoto de María.
Pierre Bonhomme nació en Gramat en 1803 y falleció en 1861. Siempre vivió allí, en la diócesis de Cahors (Francia). De viva inteligencia, tenía gran facilidad para aprender y expresarse y tendía a la sencillez y a la pobreza.
Su sinceridad le llevó a interrumpir su formación en el seminario de Cahors durante dos años ante la duda de estar llamado al sacerdocio. Sin embargo, regresó al seminario con determinación.
En la primera mitad del siglo XVII, Cahors era una región muy deprimida de Francia, un país que salía de la revolución y mostraba atrasos en muchas áreas.
Pierre Bonhomme, ordenado sacerdote, sintió vivamente la exigencia de ofrecer formación a tantos niños que estaban en las calles sin futuro. Se entregó a la educación y más tarde se dedicó a la atención de los marginados.
En 1832 fundó la Congregación de las Hijas de María, que un año después se transformaría en el Instituto de Nuestra Señora del Calvario, orientado a la educación de los niños y a la asistencia de los pobres, ancianos, enfermos mentales y sordomudos.
Un numeroso grupo de estos últimos, de los que aún se ocupan las religiosas, estará presente el 23 de marzo en la Plaza de San Pedro.
Fue precisamente la enfermedad de laringe del padre Bonhomme, más adelante privado de voz, lo que le hizo sensible al mundo del discapacitado y de las personas privadas de comunicación.
El padre Bonhomme desplegó una actividad desbordante al servicio de las parroquias. Predicó numerosas misiones en el Lot y en el Tarn y Garonne: unas sesenta en diez años.
Estas misiones, de una a tres semanas de duración, tuvieron un éxito notable a juzgar por la asistencia de fieles, el número de confesiones y de conversiones.
Adquirió allí fama de gran orador popular y se reveló como un extraordinario ministro del sacramento de la Reconciliación.
El sacerdote francés sufrió la prueba de la persecución en su ciudad natal donde no le ahorraron críticas, calumnias ni burlas en los primeros años de su ministerio.
Se puede definir al padre Bonhomme ante todo «como un testigo de la esperanza para el mundo de hoy: la esperanza fue el hilo conductor de su vida», explicó el postulador de la causa de beatificación Andrea Ambrosi a los micrófonos de Radio Vaticana .
«Pierre Bonhome tenía una capacidad extraordinaria de superar los obstáculos para realizar la voluntad de Dios», subrayó.
Misionero incansable y muy atento a los signos del Espíritu, el futuro beato estaba «siempre dispuesto a responder a las necesidades de la Iglesia y del mundo de su tiempo, con especial atención a los que sufrían. Siempre salió al encuentro de los demás».
«Hay un punto que merece la pena subrayar: la devoción a María –apuntó Ambrosi–. Siempre consideró a la Virgen como el camino ideal para llegar al Hijo, Jesús. Acudía diariamente al santuario mariano de Nuestra Señora de Rocamadour para encontrar fortaleza, serenidad y gozo».
Precisamente el padre Pierre Bonhomme confió su congregación a María del Calvario. La congregación cuenta hoy con varios cientos de religiosas y medio centenar de casas en Francia, Costa de Marfil, Guinea, Filipinas, Argentina, Paraguay y Brasil.
Junto al padre Bonhomme, el Papa beatificará también a las españolas Juana María Condesa –fundadora de la Congregación de las Religiosas Esclavas de María Inmaculada– y Dolores Rodríguez Sopeña –fundadora del Instituto religioso Catequista Dolores Sopeña–.
El mismo domingo, proclamará beato a un padre de familia húngaro, Laszlo Batthyany-Strattmann, y a una religiosa misionera suiza, María Caridad Brader.
