El «Papa bueno» regresa entre la gente, 38 años después

Celebración de Pentecostés ante los restos de Juan XXIII

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CIUDAD DEL VATICANO, 3 junio 2001 (ZENIT.org).- El cuerpo incorrupto de Juan XXIII volvió a ser expuesto en la plaza de San Pedro este domingo de Pentecostés, cuando se cumplían exactamente treinta y ocho años de su muerte.

Ante los miles de peregrinos de los cinco continentes, Juan Pablo II quiso agradecer durante la homilía de la solemne eucaristía el «testimonio de santidad» del «Papa bueno», que imprimió una sorprendente renovación a la Iglesia católica al convocar el Concilio Vaticano II.

«Aquella «brisa ligera» se convirtió en un «viento brioso» y el acontecimiento conciliar asumió la forma de un Pentecostés renovado», constató el Papa.

El cuerpo incorrupto de Juan XXIII (1881-1963), vestido con los ornamentos pontificales blancos, y su típica muceta de terciopelo rojo bordada de armiño, apareció ante los peregrinos en una urna de bronce y cristal antibalas en la plaza de San Pedro del Vaticano, minutos antes de que comenzara la misa presidida por el Papa Wojtyla. El rostro del pontífice estaba cubierto con una mascarilla de protección en cera.

Cuando la urna, de 450 kilos de peso, empujada por 16 personas, atravesó el arco de las Campanas y la plaza de San Pedro, el silencio de la solemnidad fue roto por los aplausos de los fieles, muchos de ellos ancianos que habían conocido en vida a Angelo Roncalli. Un día después de su muerte, el cuerpo de ese pontífice también había sido expuesto como en este domingo en la plaza de San Pedro ante cien mil personas.

Entre los peregrinos, en las primeras filas, se encontraba Caterina Capitani, religiosa italiana, que experimentó la curación de un tumor maligno atribuida a la intercesión de ese pontífice y que, tras haber sido declarada por una comisión de médicos y científicos como inexplicable para la ciencia, permitió la beatificación del Papa bueno, ceremonia que tuvo lugar el 3 de septiembre del año pasado.

Al acercarse los periodistas, la religiosa les recibió con una sonrisa. Estaba emocionada: «¿Qué quieren que les diga?», explicó, «es un día muy bello e importante, no sé qué puedo añadir».

Para explicar el motivo por el que decidió volver a exponer el cuerpo del «Papa bueno», Juan Pablo II citó una frase que el Papa Roncalli solía pronunciar al referirse a los mártires y a los pontífices sepultados en la Basílica de San Pedro y en las grutas vaticanas: «En ocasiones, las reliquias de sus cuerpos han quedado reducidas a pocos huesos, pero en ellas sigue palpitando su recuerdo y oración».

Tras la eucaristía, el cuerpo de Juan XXIII fue llevado en procesión a la Basílica de San Pedro. Fue colocado frente al altar de la Confesión para que pudiera ser venerado por los peregrinos hasta las 20:00 horas de Roma.<br>
Tras el cierre de la basílica vaticana, la urna debía ser colocada definitivamente en el altar de san Jerónimo, el preferido de aquel pontífice en vida. Se calcula que sus restos serán visitados por medio millón de personas en esta semana.

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ZENIT Staff

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