El Papa condena el “uso de las armas” en el conflicto palestino-israelí

Pide “que se relancen las conversaciones de paz” y condena “toda violencia”

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 8 de enero de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI condenó este jueves el uso de la violencia en el conflicto palestino-israelí, durante su tradicional discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, que tiene lugar a principios de cada año en el Vaticano.

Repasó uno a uno los conflictos existentes actualmente en los cinco continentes, y dedicó especial atención al que en estos momentos afecta a Oriente Medio, donde, afirmó, «en estos días, asistimos a un recrudecimiento de la violencia que ha provocado daños y sufrimientos inmensos entre las poblaciones civiles».

«Una vez más, quisiera señalar que la opción militar no es una solución y la violencia, venga de donde venga y bajo cualquier forma que adopte, ha de ser firmemente condenada», advirtió.

El pontífice pidió la ayuda de la comunidad internacional para que se restablezca la tregua en la franja de Gaza, » indispensable para volver aceptables las condiciones de vida de la población», y también para buscar una solución negociada al conflicto, «renunciando al odio, a la provocación y al uso de las armas».

«A ella no se podrá llegar sin adoptar un acercamiento global a los problemas de estos países, en el respecto de las aspiraciones y de los legítimos intereses de todas las poblaciones involucradas», añadió.

Mostró también su confianza de que de las próximas citas electorales en la zona «surjan dirigentes capaces de hacer progresar con determinación este proceso para guiar a sus pueblos hacia la ardua pero indispensable reconciliación».

El Papa expresó por otro lado su confianza en una mejora de las relaciones entre Israel, Siria y el Líbano, así como una salida negociada en el conflicto entre Irán y la comunidad internacional a causa de su programa nuclear.

También se dirigió a los iraquíes, que próximamente se verán libres de la presencia militar extranjera, y les pidió que sepan «pasar página» y «mirar al futuro con el fin de construirlo sin discriminaciones de raza, de etnia o religión».

Otros conflictos

Respecto a otros países de Asia, el obispo de Roma expresó su satisfacción por los atisbos de solución de algunos conflictos, como «la reanudación de nuevas negociaciones de paz en Mindanao, en Filipinas, y en el nuevo curso que están tomando las relaciones entre Pekín y Taipei».

Sin embargo, añadió, «en ciertos países perdura la violencia y que en otros la situación política permanece tensa», y auguró «una solución definitiva del conflicto en Sri Lanka».

En África, el pontífice aludió a la dramática situación de miles de refugiados en Somalia, en Darfur y en la República Democrática del Congo, así como la «crítica» situación de Zimbabwe. También mostró su contento por los acuerdos de paz alcanzados en Burundi y confió en que «se conviertan en fuente de inspiración para otros países, que no han encontrado todavía la vía de la reconciliación».

Respecto a Europa, el Papa se refirió al conflicto del Cáucaso, y afirmó que «los conflictos que atañen a los Estados de la región no pueden resolverse por la vía de las armas».

Citando expresamente a Georgia, el Papa pidió que «sean respetados todos los compromisos suscritos en el Acuerdo de cese el fuego del pasado mes de agosto, concluido gracias a los esfuerzos diplomáticos de la Unión Europea, y que el regreso de los desplazados de sus hogares sea posible cuanto antes».

En cuanto a la situación en los Balcanes, el Papa auguró «un futuro de reconciliación y de paz entre las poblaciones de Serbia y Kosovo, en el respeto de las minorías y sin olvidar la preservación del preciado patrimonio artístico y cultural cristiano, que constituye una riqueza para toda la humanidad».

Terminó su repaso de Europa aludiendo al conflicto chipriota, saludó la reanudación de las negociaciones «con vistas a la justa solución de los problemas vinculados a la división de la Isla».

Se detuvo también en América Latina, donde alabó «el compromiso prioritario de ciertos gobiernos para restablecer la legalidad y emprender una lucha sin cuartel contra el tráfico de estupefacientes y la corrupción».

«La Iglesia acompaña desde hace cinco siglos a los pueblos de América Latina, compartiendo sus esperanzas y sus preocupaciones. Sus Pastores saben que, para promover el progreso auténtico de la sociedad, su quehacer propio es iluminar las conciencias y formar laicos capaces de intervenir con ardor en las realidades temporales, poniéndose al servicio del bien común», concluyó.

Por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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