El Papa, conmovido, pide a los cardenales entregar toda su vida al Evangelio

Se encomienda a sus oraciones para poder seguir cumpliendo con su misión

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CIUDAD DEL VATICANO, 19 octubre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II, con lágrimas en los ojos, pidió este sábado a los cardenales, patriarcas y obispos, que entreguen hasta el último respiro de su vida al servicio del Evangelio.

«El valor en la proclamación del Evangelio nunca debe desfallecer –dijo en la Sala de las Audiencias Generales del Vaticano–; es más, hasta el último respiro debe ser nuestro principal compromiso, afrontado con una entrega siempre renovada».

Con estas palabras del Papa concluía el congreso de 149 cardenales, 7 patriarcas católicos orientales, 109 presidentes de Conferencias Episcopales que no son cardenales, convocado por el Colegio Cardenalicio entre el miércoles, viernes y sábado, con motivo del vigesimoquinto aniversario de pontificado.

Conmovido por las palabras que le había dirigido en nombre de los presentes el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio, el Santo Padre pidió con voz emocionada y débil: «Seguid rezando por mí para que pueda cumplir fielmente mi servicio a la Iglesia hasta que el Señor quiera».

El cardenal Ratzinger arrancó lágrimas al pontífice, que pudieron verse por las imágenes de televisión, al pronunciar una sincera y conmovedora intervención que concluyó con estas palabras: «Usted, Santo Padre, ha vuelto a encender en nosotros la alegría del Señor».

«Usted ha anunciado incansablemente –oportuna e importunamente– el Evangelio, y desde su luz, ha recordado a todos los valores fundamentales humanos: el respeto de la dignidad del hombre, la defensa de la vida, la promoción de la justicia y de la paz», dijo el purpurado alemán en nombre del Colegio Cardenalicio.

«Sobre todo ha salido al encuentro de los jóvenes contagiándoles con el fuego de su fe, con su amor por Cristo y por su disponibilidad a entregarse a él con toda su alma y con todo su cuerpo», dijo Ratzinger hablando en nombre de todos los cardenales.

El discurso de respuesta del Papa, que en algunos pasajes fue leído por el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, se convirtió en un vigoroso llamamiento a la unidad de la Iglesia.

«Es indispensable cultivar entre nosotros una unidad profunda, que no se limite a una colegialidad afectiva, sino que se funde en una plena comunión doctrinal que se traduzca en un entendimiento armonioso a nivel operativo», pidió el Papa a cardenales, patriarcas y obispos.

«¿Cómo podemos ser auténticos maestros para la humanidad y creíbles apóstoles de la nueva evangelización, si dejáramos entrar en nuestros corazones la cizaña de la división?», preguntó.

«Nuestra acción será más incisiva cuanto mejor sepamos resplandecer el rostro de la Iglesia que ama a los pobres, que es sencilla y que se pone de parte de los más débiles», añadió recordando el ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta.

«La santidad es el secreto de la evangelización y de toda renovación espiritual auténtica», aclaró.

El encuentro concluyó con una comida festiva en la Casa de Santa Marta del Vaticano en la que el Papa participó en la primera parte, pues había pasado buena parte de la mañana en encuentros públicos. El postre fue una gran tarta en forma de plaza de San Pedro con una columnata de velas.

Como regalo por sus 25 años de pontificado, los cardenales han hecho una colecta de donaciones personales que ha servido para recoger 750.000 euros. Por voluntad del festejado, este donativo se destinará en ayuda a los católicos de Tierra Santa.

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ZENIT Staff

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