El Papa culmina su viaje a Lourdes con un llamamiento a defender la vida

Pide a las mujeres ser testigos de los «valores esenciales» en la eucaristía de la Asunción

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LOURDES, domingo, 15 agosto 2004 (ZENIT.org).- El llamamiento a defender la vida humana en una sociedad amenazada por el materialismo se convirtió en el mensaje que Juan Pablo II dejó en Lourdes en el acto culminante del viaje internacional número 104 de su pontificado.

Le escuchaban en la Pradera de la explanada de los santuarios durante la celebración eucarística más de trescientos mil peregrinos, entre ellos unos dos mil enfermos, así como numerosos jóvenes, según datos de la Prefectura de los Altos Pirineos.

Desde el lugar en el que, según la narración de las apariciones, en 1858, la Virgen María se apareció a la joven Bernadette Soubirous, el obispo de Roma dirigió en particular su llamamiento a las mujeres.

«En nuestra época que siente la tentación del materialismo y la secularización», la mujer está llamada a «ser testigo en la sociedad actual de los valores esenciales que sólo se pueden percibir con los ojos del corazón», aseguró el Santo Padre.

El pontífice tuvo que hacer un gran esfuerzo para leer su homilía. Los espacios de silencio que necesitaba para recuperar el aliento, eran con frecuencia acompañados por los aplausos de los peregrinos.

«¡A vosotras, mujeres, os corresponde ser centinelas del Invisible!», añadió el pontífice en una mañana marcada por un implacable sol, en la que las temperaturas eran superiores a las acostumbradas, obligando a los presentes a agotar las más de trescientas mil botellas de aguas distribuidas por los organizadores.

«A todos vosotros, hermanas y hermanos, os lanzo un apremiante llamamiento para que hagáis todo lo que podáis para que la vida, toda vida, sea respetada desde la concepción hasta su término natural», dijo poco antes de concluir la homilía, de la que saltó algunos pasajes para evitar ulteriores esfuerzos.

«La vida es un don sagrado del que nadie puede apropiarse», afirmó.

Durante su intervención, dirigió también palabras especiales a los jóvenes, invitándoles a descubrir en Cristo el sentido de su existencia, mensaje central de la Virgen en Lourdes, «secreto de la auténtica alegría y de la paz».

Al final de la celebración eucarística, antes de rezar la oración del Ángelus el pontífice recordó los diferentes encuentros que en sus siete visitas a Francia ha mantenido con la juventud, confesando que «estos encuentros han sido para mí el signo de una gran esperanza».

A todos los presentes, dejó un mensaje: «¡sed mujeres y hombres libres! Pero recordad: la libertad humana es una libertad marcada por el pecado. También tiene necesidad de ser liberada. Cristo es el liberador, él que “nos ha liberado para que seamos verdaderamente libres”. ¡Defended vuestra libertad!».

La visita pontificia a los santuarios de la pequeña ciudad de los Pirineos tiene lugar en el 150 aniversario de la proclamación, por parte del Papa Pío IX en 1854, del dogma de la Inmaculada Concepción. Por otra parte, en ese domingo la Iglesia celebraba la solemnidad de la Asunción de María al Cielo.

Ambos dogmas, aseguró el Papa en la homilía, «están íntimamente ligados», «proclaman la gloria de Cristo redentor y la santidad de María, cuyo destino humano ha sido perfecta y definitivamente realizado en Dios».

Durante la celebración el Papa no escondió el cansancio ni la alegría de visitar por segunda vez, entre miles de enfermos, la Gruta de Massiabelle.

En la eucaristía, el gobierno francés estuvo representado por el ministro de Interior, Dominique de Villepin, y el ministro de sanidad y ex alcalde de Lourdes, Philippe Douste-Blazy.

Juan Pablo II concluyó su visita con un intenso momento de oración personal en la Gruta de Massabielle.

El viaje ha recibido una extraordinaria cobertura por parte de los medios de comunicación franceses, que en su mayoría le han dedicado más espacio que a la apertura de los Juegos Olímpicos de Atenas.

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ZENIT Staff

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