El Papa, en la cuna de su maestro, presenta la esperanza en tiempos de crisis

Peregrinación a las reliquias de san Buenaventura, en Bagnoregio

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BAGNOREGIO, lunes, 7 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- La visita de Benedicto XVI a la cuna de uno de los grandes maestros de su vida, el filósofo, teólogo y místico san Buenaventura, le permitió presentar este domingo, en medio de la crisis social y económica, los fundamentos de la esperanza, tanto para la vida personal como social.

El pontífice propuso esa «gran esperanza-certeza» que «nos asegura que, a pesar de los fracasos de la vida personal y de las contradicciones de la historia en su conjunto, nos custodia siempre el ‘poder indestructible del Amor'».

Una lección en la que Joseph Ratzinger ha meditado durante años, pues al pensamiento de san Buenaventura dedicó su tesis de habilitación para la enseñanza universitaria en Alemania.

La visita del Papa a la pequeña localidad de Bagnoregio, a unas dos horas de Roma en coche, comenzó en la catedral de San Nicolás, donde veneró la reliquia del «santo brazo» del santo, cuyo nombre de pila era Giovanni Fidanza, doctor de la Iglesia, que vivió entre 1217 y 1274.

Esta esperanza se basa en la búsqueda de Dios, comenzó explicando el Papa.

«Dios nos lo ha dado todo –añadió al dirigirse a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Agustín de este pequeño pueblo–. De él, como manantial originario, mana la verdad, el bien y la belleza. Hacia Dios, como los peldaños de una escalera, se sube hasta llegar y casi alcanzar el sumo Bien y en Él se encuentra nuestra felicidad y nuestra paz».

Esta búsqueda de Dios cambia después la visión del mundo y las personas.

«¡Qué útil sería el que también hoy se redescubriera la belleza y el valor de la creación a la luz de la bondad y de la belleza divinas!», añadió.

«En Cristo, el mismo universo», según san Buenaventura, «puede volver a ser voz que habla de Dios y nos lleva a explorar su presencia; nos exhorta a honrarle y a glorificarle en todo».

San Buenaventura, recuerda Benedicto XVI, «compara el movimiento de la esperanza al vuelo de de un ave, que extiende las alas lo más posible, y para moverlas emplea todas sus energías. Hace, en cierto sentido, de todo su ser un movimiento para elevarse y volar».

«Esperar es volar, dice san Buenaventura –agregó–. Pero la esperanza exige que todos nuestros miembros se pongan en movimiento y se proyecten hacia la auténtica altura de nuestro ser, hacia las promesas de Dios».

«Cuando nos sostiene una esperanza así no corremos nunca el riesgo de perder la valentía para contribuir, como lo han hecho los santos, a la salvación de la humanidad, y podemos abrirnos nosotros mismos y abrir el mundo para que entre Dios: la verdad, el amor y el bien», aclaró.

El Santo Padre concluyó pidiendo la intercesión del santo de Bagnoregio para que «nos ayude a ‘desplegar las alas’ de la esperanza que nos empuja a ser, como él, incesantes buscadores de Dios, cantores de las bellezas de la creación y testigos de ese Amor y de esa Belleza que ‘todo lo mueve'».

Tras despedirse de las autoridades presentes, el Papa regresó en helicóptero a la residencia pontificia de Castel Gandolfo.

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ZENIT Staff

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