El Papa exhorta a los obispos de Italia a “vivir de la liturgia”

También a afrontar la “emergencia educativa” desde la familia

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 9 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI insiste a los obispos italianos en la importancia de la liturgia para la vida cristiana, en el mensjae enviado con motivo de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, que se celebra esta semana en Asís.

Aprovechando que en esta reunión plenaria se revisará la traducción al italiano del Misal Romano, el Papa decica gran parte de su carta, dirigida al presidente de la CEI, cardenal Angelo Bagnasco, a hablar de la centralidad de la liturgia en la vida cristiana.

“El auténtico creyente, en toda época, experimenta en la liturgia la presencia, la primacía y la obra de Dios”, afirmó el Papa.

La liturgia “es veritatis splendor, acontecimiento nupcial, pregustación de la ciudad nueva y definitiva y participación en ella; es vínculo de creación y de redención, cielo abierto sobre la tierra de los hombres, pasaje del mundo a Dios; es Pascua, en la Cruz y en la Resurrección de Jesucristo; es el alma de la vida cristiana, llamada al seguimiento, reconciliación que mueve a la caridad fraterna”.

Refiriéndose a esta tercera edición del Misal Romano, el Papa recuerda que “todo verdadero reformador, de hecho, es obediente a la fe: no se mueve de forma arbitraria, ni se arroga discrecionalidad alguna sobre el rito; no es el amo, sino el guardián del tesoro instituido por el Señor y confiado a nosotros”.

“Dar voz a una realidad perennemente válida exige por tanto el sabio equilibrio de continuidad y novedad, de tradición y actualización”, señala.

“La Iglesia entera está presente en cada liturgia: adherirse a su forma es condición de autenticidad de lo que se celebra”.

La “correspondencia de la oración de la Iglesia (lex orandi) con la regla de la fe (lex credendi) plasma el pensamiento y los sentimientos de la comunidad cristiana, dando forma a la Iglesia, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu”, añade el Papa.

Esta tercera edición del Misal Romano, que fue presentada oficialmente al papa Juan Pablo II en 2002 (ver Zenit, 22 de marzo de 2002), costó diez años de trabajo a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que entonces presidía el cardenal Francis Arinze.

Entre una de las novedades, el Misal ampliaba las posibilidades para un obispo de permitir la comunión bajo las dos especies.

Eucaristía

En su mensaje, el Papa, recordando a san Francisco de Asís, patrono de Italia, explica que la vida de este santo coincidió precisamente con la reforma litúrgica del papa Inocencio III y del Concilio Lateranense IV.

Esta reforma supuso, entre otras cosas, la introducción del “Breviario”, así como la inserción del término “transubstanciación” en la profesión de fe.

Precisamente, afirma el Papa, san Francisco era un gran devoto de la Eucaristía. “De la asistencia a la santa Misa y del recibir con devoción la santa Comunión brota la vida evangélica de san Francisco y su vocación a recorrer el camino de Cristo Crucificado”.

El santo tenía también gran estima por los sacerdotes, e instaba a sus frailes a recordarles la importancia de que llevaran una vida santa y coherente.

“El Santo de Asís no dejaba de contemplar cómo el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, se humilló hasta esconderse, para nuestra salvación, en la poca apariencia del pan», explica el Papa.

“Ante este don, queridos Hermanos, ¡qué responsabilidad de vida se desprende para cada uno de nosotros!”, añadió.

Educación y familia

Por otro lado, el Papa se refiere al plan pastoral de los obispos italianos, contenido en la carta Educare alla vita buona del Vangelo (Educar en la vida buena del Evangelio), que se dedica a cómo afrontar la “emergencia educativa”.

La actual crisis que atraviesa el hombre contemporáneo, señala Benedicto XVI, es en realidad una “crisis de confianza en la vida”, e influye “de forma relevante en el proceso educativo, en el cual las referencias seguras se hacen fugaces”.

Indicadores de esta crisis son, afirma, el “eclipse del sentido de Dios y la ofuscación de la dimensión de la interioridad, la formación incierta de la identidad personal en un contexto plural y fragmentado, las dificultades del diálogo entre generaciones, la separación entre inteligencia y afectividad”.

El hombre contemporáneo “ha invertido muchas energías en el desarrollo de la ciencia y de la técnica”, pero este progreso “ha tenido lugar a menudo a costa de los fundamentos del cristianismo, en los cuales se arraiga la historia fecunda del Continente europeo”.

“La esfera moral ha sido confinada al ámbito subjetivo y Dios, cuando no es negado, es con todo excluido de la conciencia pública”.

Ante esto, afirma, “no es suficiente con un llamamiento genérico a los valores, ni una propuesta educativa que se contente con intervenciones puramente funcionales y fragmentarias. Es necesaria, en cambio, una relación personal de fidelidad entre sujetos activos, protagonistas de la relación, capaces de tomar partido y de poner en juego su propia libertad”.

Esta nueva visión debe necesariamente “partir de una nueva proximidad a la familia, que reconozca y apoye su primacía educativa: es dentro de ella donde se plasma el rostro de un pueblo”.

El Papa exhorta a los prelados a que “capten las preguntas y los deseos del hombre”, renovando “el compromiso a trabajar con disponibilidad a la escucha y al diálogo, poniendo a disposición de todos la buena noticia del amor paterno de Dios”.

“En este camino, os exhorto a valorar la liturgia como fuente perenne de educación a la vida buena del Evangelio”, concluye. “Ésta introduce en el encuentro con Jesucristo, que con palabras y obras constantemente edifica a la Iglesia, formándola en las profundidades de la escucha, de la fraternidad y de la misión”.

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ZENIT Staff

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