El Papa exige en esta Navidad libertad religiosa

Manifiesta su cercanía a los cristianos perseguidos

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 25 diciembre 2010 (ZENIT.org).- El mensaje de esta Navidad de Benedicto XVI culminó con un apremiante llamamiento al respeto de la libertad religiosa de todos los creyentes y con una declaración de solidaridad a los cristianos que sufren persecución o discriminación.

Ante decenas de miles de peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro para recibir, desafiando la lluvia con sus paraguas, la bendición «Urbi et Orbi», el Papa felicitó al mundo por el nacimiento del Niño Dios en 65 idiomas.

Asimismo, lanzó un llamamiento a favor de las poblaciones golpeadas por la violencia o las catástrofes naturales: desde Tierra Santa e Irak hasta Haití y otros países de América Latina; desde Afganistán y Pakistán hasta los países africanos en guerra; desde la tensión entre las dos Coreas hasta la difícil situación de los cristianos en China.

Hablando desde el balcón central de la fachada de la Basílica de San Pedro, el pontífice deseó «que el amor del ‘Dios con nosotros’ otorgue perseverancia a todas las comunidades cristianas que sufren discriminación y persecución, e inspire a los líderes políticos y religiosos a comprometerse por el pleno respeto de la libertad religiosa de todos».

«Que la celebración del nacimiento del Redentor refuerce el espíritu de fe, paciencia y fortaleza en los fieles de la Iglesia en la China continental, para que no se desanimen por las limitaciones a su libertad de religión y conciencia y, perseverando en la fidelidad a Cristo y a su Iglesia, mantengan viva la llama de la esperanza», afirmó el pontífice.

El Papa buscó que el mensaje del Dios hecho hombre resonara particularmente entre aquellas personas «cuya dignidad es ofendida y violada, porque Aquel que ha nacido en Belén ha venido a liberar al hombre de la raíz de toda esclavitud».

Ante todo se dirigió a «aquella Tierra donde Jesús ha nacido e inspire a israelíes y palestinos a buscar una convivencia justa y pacífica».

Deseó que «el anuncio consolador de la llegada del Emmanuel alivie el dolor y conforte en las pruebas a las queridas comunidades cristianas en Irak y en todo Oriente Medio, dándoles aliento y esperanza para el futuro, y animando a los responsables de las naciones a una solidaridad efectiva para con ellas».

A continuación pidió solidaridad a favor «de los que todavía sufren por las consecuencias del terremoto devastador y la reciente epidemia de cólera en Haití», así como para los que «en Colombia y en Venezuela, como también en Guatemala y Costa Rica, han sido afectados por recientes calamidades naturales».

El obispo de Roma se detuvo en los dramas que vive África, en particular, deseó que «el nacimiento del Salvador abra perspectivas de paz duradera y de auténtico progreso a las poblaciones de Somalia, de Darfur y Costa de Marfil; que promueva la estabilidad política y social en Madagascar».

Por último, exigió «seguridad y respeto de los derechos humanos en Afganistán y Pakistán» e impulsar «el diálogo entre Nicaragua y Costa Rica», así como favorecer «la reconciliación en la Península coreana».

Por Jesús Colina

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ZENIT Staff

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