El Papa exige luchar contra el abuso infantil

Aplaude la convención sobre el trabajo y los niños de la OIT

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CIUDAD DEL VATICANO, 20 nov (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha vuelto a levantar su voz en defensa de la infancia con palabras fuertes: «Nadie puede permanecer indiferente al sufrimiento de innumerables niños que son víctimas de intolerable violencia y explotación».

Esta advertencia forma parte del telegrama, publicado hoy por la Sala de Prensa de la Santa Sede, que el pontífice ha hecho llegar a Juan Somavia, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con motivo de entrada en vigor ayer, 19 de noviembre, de la Convención sobre el trabajo infantil adoptada por esa institución.

El trabajo infantil es un fenómeno que afecta a 120 millones niños y niñas de todos los continentes, según constataba hoy «Radio Vaticano» en su informativo internacional. Con este nuevo instrumento jurídico, la comunidad internacional pretende combatir algunas de las manifestaciones extremas de estos abusos, como la prostitución infantil, la utilización de niños para actividades ilícitas y toda forma de trabajo que, por propia naturaleza o por sus circunstancias, puede comprometer la salud, la seguridad o la vida moral de los niños.

En el telegrama enviado por el cardenal secretario de Estado del Vaticano, Angelo Sodano, el Papa aplaude los objetivos de la Convención y confía, además, en que «represente una posterior contribución a la defensa de los niños que no tienen poder para defenderse contra el daño que les hacen los individuos en los que la voz de la conciencia ha sido silenciada o las estructuras sociales que autorizan a los más fuertes a pisotear los derechos de los más débiles».

Asimismo, el obispo de Roma «espera ardientemente que todos los miembros de la Organización ratifiquen inmediatamente la Convención y trabajen arduamente para garantizar su plena aplicación, de manera que los jóvenes de todo el mundo, nacidos a imagen de Dios, puedan crecer y desarrollarse en una forma digna de su dignidad humana inalienable».

Juan Pablo II insiste en un concepto que ya había ilustrado en su exhortación «Iglesia en Asia» (n. 34): «nadie puede permanecer indiferente al sufrimiento de innumerables niños que son víctimas de intolerable violencia y explotación, no sólo como el resultado del mal perpetrado por los individuos sino a menudo como consecuencia directa de estructuras sociales corruptas».

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ZENIT Staff

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