El Papa exige luchar contra la corrupción política y económica

Alerta a los católicos ante el peligro de llevar «dos vidas paralelas»

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 5 julio 2007 (ZENIT.org).- Según Benedicto XVI, la lucha contra la corrupción en la política y en la economía constituye un deber para todo cristiano, en particular para los laicos que están comprometidos en la vida pública.

Así lo explicó este jueves a los obispos de la República Dominicana en un discurso en el que denunció esta «solapada y difundida lacra» social.

El Papa explicó que es propio de la misión de los laicos «la instauración del orden temporal, y que actúen en él de una manera directa y concreta, guiados por la luz del Evangelio y el pensamiento de la Iglesia, y movidos por el amor cristiano»

«Por eso –aseguró–, es necesario proporcionarles una formación religiosa adecuada, que les capacite para afrontar los numerosos retos de la sociedad actual».

«A ellos corresponde promover los valores humanos y cristianos que iluminen la realidad política, económica y cultural del país, con el fin de instaurar un orden social más justo y equitativo, según la Doctrina Social de la Iglesia», afirmó.

«En coherencia con las normas éticas y morales», el Santo Padre pidió a los laicos «dar ejemplo de honestidad y transparencia en la gestión de sus actividades públicas, frente a la solapada y difundida lacra de la corrupción, que a veces alcanza incluso las áreas del poder político y económico, además de otros ámbitos públicos y sociales».

«Los laicos –insistió– han de ser fermento en medio de la sociedad, actuando en la vida pública para iluminar con los valores del Evangelio los diversos ámbitos donde se fragua la identidad de un pueblo».

Desde sus actividades diarias, reconoció, «han de testificar cómo la fe cristiana constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad».

Benedicto XVI alertó ante el peligro de que los católicos lleven «como dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida secular, es decir, la vida de la familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura».

«Al contrario –concluyó–, han de esforzarse para que la coherencia entre su vida y su fe sea un elocuente testimonio de la verdad del mensaje cristiano».

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ZENIT Staff

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