El Papa: fe y cultura “están intrínsecamente unidas”

Recibió a la comunidad de la Universidad Católica del Sagrado Corazón

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 24 de mayo de 2011 (ZENIT.org).- Al recibir el pasado sábado en audiencia a los directores, docentes y estudiantes de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, en ocasión del 90º aniversario de la fundación de la misma, Benedicto XVI les exhortó a no privar a la esfera cultural de la aportación de la fe, porque “fe y cultura están intrínsecamente unidas”.

El Pontífice reconoció que nuestro tiempo está caracterizado por “grandes y rápidas transformaciones, que se reflejan también en la vida universitaria”.

“La cultura humanista parece afectada por un progresivo deterioro, mientras que se pone el acento en las disciplinas llamadas ‘productivas’, de ámbito tecnológico y económico”, observó.

“La cultura contemporánea, entonces, tiende a confinar a la religión fuera de los espacios de la racionalidad: en la medida en la que las ciencias empíricas monopolizan los territorios de la razón, no parece haber espacio para la razón del creer, por lo que la dimensión religiosa es relegada a la esfera de lo opinable y de lo privado”.

En este “punto de inflexión histórico”, “es importante consolidar e incrementar las razones por las que nació” la Universidad Católica del Sagrado Corazón: “la búsqueda de la verdad, de toda la verdad, de toda la verdad de nuestro ser”.

“, fe y cultura están intrínsecamente unidas, manifestaciones de aquel desiderium naturale videndi Deum que está presente es todos los hombres”, observó el Pontífice, indicando que “cuando este matrimonio se separa, la humanidad tiende a replegarse y a encerrarse en sus propias capacidades creativas”.

Por esto, es necesario que en la universidad haya “ una auténtica pasión por la cuestión de lo absoluto, la verdad misma, y por tanto también por el saber teológico”.

El “saber de la fe” “ilumina la búsqueda del hombre, la interpreta humanizándola, la integra en proyectos de bien, arrancándola de la tentación del pensamiento calculador, que instrumentaliza el saber y hace de los descubrimientos científicos, medios de poder y de esclavitud del hombre”.

Pasión por el hombre

“El horizonte que anima el trabajo universitario puede y debe ser la pasión auténtica por el hombre. Sólo en el servicio al hombre, la ciencia se desarrolla como un cultivo verdadero y custodia del universo”, y “servir al hombre es hacer la verdad en la caridad, es amar la vida, respetarla siempre, comenzando por las situaciones en las que es más frágil e indefensa”.

“La declaración de la fe y el testimonio de la caridad son inseparables”, añadió. “El núcleo profundo de la verdad de Dios, de hecho, es el amor con el que Él se ha inclinado hacia el hombre y, en Cristo, le ha ofrecido dones infinitos de gracia”.

“La cima del conocimiento de Dios se alcanza en el amor; este amor que sabe ir a la raíz, que no se contenta con ocasionales expresiones filantrópicas, pero que ilumina el sentido de la vida con la Verdad de Cristo, que transforma el corazón del hombre y lo arranca de los egoísmos que generan miseria y muerte”.

La fe cristiana, reveló el Obispo de Roma, “no hace de la caridad un sentimiento vago y piadoso, sino una fuerza capaz de iluminar los senderos de la vida en todas sus expresiones. Sin esta visión, sin esta dimensión teologal original y profunda, la caridad se contenta con la ayuda ocasional y renuncia al deber profético, que le es propio, de transformar la vida de la persona y las mismas estructuras de la sociedad”.

“Este es un compromiso específico que la misión en la Universidad os llama a realizar como protagonistas apasionados, convencidos de que la fuerza del Evangelio es capaz de renovar las relaciones humanas y penetrar el corazón de la realidad”, dijo a los presentes.

Desde esta perspectiva, concluyó, “la Capilla es el corazón que late y el alimento constante de la vida universitaria”, que como decía Juan Pablo II “un lugar del espíritu, en el que los creyentes en Cristo, que participan de diferentes modos en el estudio académico, pueden detenerse para rezar y encontrar alimento y orientación. Es un gimnasio de virtudes cristianas, en el que la vida recibida en el bautismo crece y se desarrolla sistemáticamente. Es una casa acogedora y abierta para todos los que, escuchando la voz del Maestro en su interior, se convierten en buscadores de la verdad y sirven a los hombres mediante su dedicación diaria a un saber que no se limita a objetivos estrechos y pragmáticos”.

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ZENIT Staff

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