El papa Francisco: Gracias a Dios, en Roma judíos y cristianos conviven fraternalmente

Encuentro a los 70 años de la deportación de los judíos de Roma. Relaciones que en pasado tuvieron incomprensiones e injusticias

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El santo padre se ha reunido esa mañana con la delegación de la comunidad judía de Roma, encabezada por el rabino jefe Riccardo Di Segni, en ocasión del 70 aniversario de la deportación de los judíos de Roma (16 de octubre de 1943). Durante sus palabras ha mencionado que «como obispo de Roma, me siento particularmente cercano a la vida de la comunidad judía de la Urbe: sé que con más de dos mil años de presencia ininterrumpida, puede presumir de ser la más antigua de Europa occidental”.

Así mismo, ha recordado que «durante muchos siglos la comunidad judía y la Iglesia de Roma conviven en nuestra ciudad , con una historia que – como sabemos – a menudo se ha visto atravesada por incomprensiones y también por verdaderas injusticias». Pero una historia – ha subrayado  «que gracias a Dios, desde hace décadas ha conocido el desarrollo de relaciones amistosas y fraternales. A ese cambio de mentalidad ha contribuido sin duda, por parte católica, la reflexión del Concilio Vaticano II, pero no ha sido menor la aportación que con su vida y su acción han dado, por ambas partes, hombres sabios y generosos, capaces de reconocer la llamada del Señor y de emprender con valentía nuevos caminos de encuentro y de diálogo”.

El santo padre se ha detenido también sobre “la tragedia común de la guerra” que, paradójicamente “enseñó a caminar juntas a ambas comunidades” y se ha referido al 70 aniversario de la deportación de los judíos de Roma ocurrida el 16 de octubre de 1943. Ese día más de mil judíos romanos fueron deportados al campo de concentración de Auschwitz en Polonia; solamente 16 regresaron a sus hogares. Por eso ha querido tener en el recuerdo y en la oración a  tantas víctimas inocentes de la barbarie humana, y a sus familias. Por ello, «será también la ocasión para mantener siempre alerta nuestra atención para que no regresen, bajo ningún pretexto, la intolerancia y el antisemitismo a Roma y en el resto del mundo». Al respecto ha afirmado lo que ya ha dicho en otras ocasiones «es una contradicción que un cristiano sea antisemita. Sus raíces son también judías. Un cristiano no puede ser antisemita. ¡El antisemitismo debe desterrarse del corazón y de la vida de cada hombre y de cada mujer!»

Por otro lado, el papa Francisco ha mencionado que esta aniversario permite recordar que «en la hora de las tinieblas, la comunidad cristiana de esta ciudad fue capaz de tender la mano a sus hermanos en dificultades. Sabemos cuántas instituciones religiosas, monasterios y las mismas basílicas papales, interpretando la voluntad del Papa, abrieron sus puertas para una acogida fraterna y cuántos cristianos corrientes brindaron la ayuda que podían dar, grande o pequeña que fuese». Así, el papa ha querido hacer hincapié en este aspecto «ya que si bien es cierto que es importante profundizar, por ambas partes, la reflexión teológica a través del diálogo, también es verdad que hay un diálogo vital: el de la experiencia cotidiana, que no es menos importante».

Para concluir el papa ha expresado su deseo de contribuir en Roma, como obispo «a esta cercanía y a esta amistad, como tuve la gracia, porque fue una gracia, de hacer con la comunidad judía de Buenos Aires. Entre las muchas cosas que nos acomunan están el testimonio de la verdad de las diez palabras, del Decálogo, como sólido fundamento y fuente de vida también para nuestra sociedad, tan desorientada por un pluralismo extremo de decisiones y orientaciones y caracterizada por un relativismo que lleva a no tener ya puntos de referencia sólidos y seguros”.

Por su parte, el rabino jefe de la comunidad  judía de Roma ha dado las gracias al santo padre por «este encuentro que hemos deseado como signo de continuidad y de novedad», y ha explicado que «continuidad porque existe en esta ciudad una relación entre nuestras dos comunidades de fe que es excepcional por su antigüedad -casi dos mil años-, su dramatismo en muchos periodos de la historia, su valor simbólico como emblema de la difícil relación judío  cristiana y como laboratorio de encuentro. No podemos ambos ignorar esta larga historia local pero de significado universal, reflexionar sus enseñanzas, corregir los errores, curar las heridas, construir».

Para concluir ha señalado que «salvar de la destrucción, reparar y construir un mundo mejor en el que cada uno tenga su siio: un deber que permanece en el tiempo. La construcción se basa también sobre gestos de amistad».

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Staff Reporter

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