El Papa invita a Colonia a jóvenes no bautizados y no creyentes

Entrevista al responsable de la sección de jóvenes del Pontificio Consejo para los Laicos

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ROMA, martes, 16 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Los preparativos para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que tendrá lugar en Colonia, Alemania, del 16 al 21 de agosto, están en ebullición.

Los objetivos son ambiciosos y las expectativas enormes, según explica en esta entrevista concedida a Zenit el padre Francis Kohn, responsable de la sección de jóvenes del Consejo Pontificio para los Laicos.

«Se trata de un acontecimiento muy importante para la Iglesia pero también para el mundo –afirma el padre Kohn–. Sobre todo, para una Europa dominada por una cultura muy secularizada. Sabemos por experiencia los grandes beneficios que reciben no sólo las comunidades católicas sino todo el país, cuando es sede de una JMJ».

–¿Cuál puede ser la aportación de los jóvenes a la Iglesia?

–Kohn: Los jóvenes permiten redescubrir en la Iglesia un rostro siempre nuevo. Se trata de jóvenes con gran fe y fervor. La JMJ es un acontecimiento católico porque la invitación es del Papa, pero se da también una «inculturación», una influencia sobre la cultura local.

Hemos podido constatar que la JMJ es una gran peregrinación en la fe, nuestra tarea es la de poner en contacto a los jóvenes con Cristo, favorecer un encuentro personal y proporcionar la ocasión para una conversión y el redescubrimiento de los sacramentos, en especial la Confesión y la Eucaristía.

Hemos visto que es muy importante la catequesis. Los jóvenes de hoy tienen un gran deseo de profundizar en la fe y tienen sed de Absoluto, quieren conocer la Verdad.

–¿Cómo se hace catequesis en la JMJ?

–Kohn: Las catequesis son dadas por los obispos de diversas partes del mundo y son centrales en las Jornadas Mundiales de la Juventud. Las catequesis, las liturgias y los encuentros culturales de los jóvenes que provienen de todo el mundo, son una oportunidad única para profundizar en la fe a través de las diversas culturas. En la JMJ, los jóvenes descubren otros modos de vivir la fe y otros modos de experimentar la cultura cristiana.

–¿Por qué ha sido elegida como sede la ciudad alemana de Colonia?

–Kohn: La elección de Colonia es muy importante porque es la primera vez que se hace una Jornada Mundial de la Juventud en lengua alemana. Esto será determinante para un nuevo lanzamiento y una ayuda a la Iglesia local.

De todos modos, es una gran oportunidad para que la Iglesia europea reencuentre un impulso y una esperanza. Además, se da la posibilidad de redescubrir, sin polémicas, las raíces cristianas de Europa. Los jóvenes quieren conocer su pasado.

En este contexto, la JMJ puede ser una experiencia positiva y una manifestación en la que los jóvenes de hoy den su disponibilidad a trabajar por la reconciliación y la paz. Se puede decir que, cada Jornada Mundial de la Juventud, es como una parábola de reconciliación y de paz que supera todas las fronteras y las divisiones de cultura y lengua. Se trata de una experiencia verdadera y no teórica.

–¿Cuál es el sentido del lema «Hemos venido a adorarlo»?

–Kohn: Hay una continuidad en los temas elegidos. En la última JMJ, hemos reflexionado sobre el tema «Queremos ver a Jesús» y, ahora, partiendo de los Magos de Oriente, afrontamos el tema «Hemos venido a adorarlo». Hay que recordar que los Magos eran paganos y acudieron desde lejos para satisfacer la sed de Absoluto, para encontrar a Jesús.

El tema fue elegido hace tres años, mucho antes de que el Santo Padre decidiese celebrar el Año de la Eucaristía y es, por tanto, una oportunidad para ayudar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Jesús Niño, con el redescubrimiento de la Encarnación, con el misterio de la Eucaristía y de la adoración eucarística.

La intención es la de mostrar cómo vivir en el mundo, ofreciendo la propia vida y actividades para la gloria de Dios y para el bien de los hombres.

La imagen de los Magos, que llegan para adorar a Jesús es muy simbólica, porque eran paganos y buscaban la verdad sin prejuicios. Dejan su país sin pensar en seguridades. Inician un largo viaje siguiendo la estrella, es decir, con fe en la Providencia, y han visto a Jesús con sus ojos, en el establo de Belén, y se arrodillan.

Esto es muy importante porque la JMJ está abierta a todos, no sólo a los católicos y a los cristianos sino también a los jóvenes que no tienen fe y que no están bautizados. Es la primera vez en veinte años que el Papa invita explícitamente a los jóvenes no bautizados, lejanos de la Iglesia, a venir a Colonia para la JMJ.

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ZENIT Staff

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