El Papa invita a los nuevos cardenales a aceptar la Cruz en sus vidas

Les pide disponbilidad a derramar la sangre en la entrega del anillo

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 21 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- La verdadera fe es la que sabe aceptar la Cruz de Cristo, aseguró Benedicto XVI este domingo en la misa que concelebró con los 24 nuevos cardenales creados en el consistorio de la víspera.

En la celebración eucarística de entrega del anillo cardenalicio, en la Basílica de San Pedro, en la solemnidad de Cristo Rey, el Papa les exhortó a estar «profundamente unidos» con él y entre sí, y su disponibilidad a derramar su sangre al servicio del obispo de Roma y de la Iglesia.

Los cardenales son los colaboradores cercanos del Papa en la guía de la Iglesia, y por este motivo les explicó que «el primado de Pedro y sus sucesores está totalmente al servicio del primado de Jesucristo, al servicio de su Reino, de su Señorío de Amor, para que llegue y se difunda, renueve los hombres y las cosas, transforme la tierra y haga germinar en ella la paz y la justicia».

En la homilía, el Papa reconoció que «es difícil este ministerio, porque no se alinea con el modo de pensar de los hombres, esa lógica natural que por demás permanece siempre activa en nosotros mismos».

El Santo Padre subrayó ante los nuevos cardenales la necesidad de seguir el mismo camino de Jesús, «esforzándonos en adoptar su misma lógica, la lógica de la humildad y del servicio, de la semilla que muere para dar fruto».

Reconoció que no es fácil pensar ni obrar según la lógica de la Cruz, y por esta razón, reconoció, «debemos estar unidos y lo estamos porque no nos une una idea, una estrategia, sino el amor de Cristo y su Santo Espíritu. La eficacia de nuestro servicio a la Iglesia depende de nuestra fidelidad a la majestad divina del Amor crucificado».
  
Por eso, siguió diciendo, en el anillo que les entregó como «sello de vuestro pacto nupcial con la Iglesia», estaba representada la imagen de la Crucifixión. «Y por este mismo motivo el color de vuestro hábito hace alusión a la sangre –les dijo–, símbolo de la vida y del amor. La Sangre de Cristo que, según una antigua iconografía, María recoge del costado atravesado del Hijo muerto en la cruz; y que el apóstol Juan contempla mientras brota junto con el agua, según las Escrituras proféticas».

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ZENIT Staff

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