El Papa lamenta las muertes en Irak y pide no olvidar los crímenes en África

Tras la masacre de mil personas en la República Democrática del Congo

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CIUDAD DEL VATICANO, 9 abril 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II, entristecido por las muertes que siguen teniendo lugar en Irak, lanzó este miércoles un llamamiento para que no se olviden los sangrientos conflictos que tienen lugar en varios países africanos.

«Mientras en Bagdad y en otros centros de Irak continúan los enfrentamientos con destrucciones y muerte, noticias no menos preocupantes llegan desde el continente africano, en donde, en los días pasados, se han tenido noticia de masacres y ejecuciones sumarias», afirmó al concluir la audiencia general.

«Escena de estos crímenes ha sido la atormentada región de los Grandes Lagos, y en particular una zona de la República Democrática del Congo», explicó el Papa al dirigirse a unos quince mil peregrinos.

La Misión de las Naciones Unidas en el Congo (MONUC) dio a conocer el domingo que alrededor de mil personas perdieron la vida en ese país el jueves pasado, en lo que se considera una masacre interétnica.

La lucha entre comunidades es consecuencia de la guerra civil en el Congo iniciada en 1998, cuando Ruanda y Uganda apoyaron la insurrección civil para derrocar al gobierno del Kinshasa, provocando la muerte de unos dos millones de personas no sólo por la violencia, sino también por las precarias condiciones sanitarias y alimenticias que ha originado.

«Al elevar a Dios una ferviente oración de sufragio por las víctimas –afirmó el Santo Padre–, dirijo un apremiante llamamiento a los responsables políticos, así como a todos los hombres de buena voluntad, para que se comprometan a hacer cesar las violencias y abusos, dejando a un lado egoísmos personales e intereses de grupo, con la colaboración concreta de la comunidad internacional».

«Por este motivo –concluyó el Papa–, hay que alentar todo esfuerzo de reconciliación entre las poblaciones congoleñas, ugandesas y ruandesas, así como los esfuerzos análogos que tienen lugar en Burundi y Sudán, esperando que de ellos pueda surgir pronto la paz tan deseada».

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ZENIT Staff

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