El Papa: Los derechos humanos no dependen del poder o de las mayorías

Las democracias pueden convertirse en dictaduras, advierte

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CIUDAD DEL VATICANO, 1 marzo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha denunciado con fuerza lo que considera uno de los más graves abusos actuales: la concepción de los derechos humanos como dependientes de los poderosos o del consenso de las mayorías.

Al recibir en la tarde del miércoles a los participantes en la asamblea plenaria de la Academia Pontificia para la Vida, el pontífice afirmó con claridad que si la sociedad actual no redescubre la ley natural, los derechos humanos quedarán al arbitrio de los intereses más influyentes.

Es más, aclaró, sólo sobre la base de la ley natural «es posible un verdadero diálogo y una auténtica colaboración entre creyentes y no creyentes», pues sin ella todo es relativo.

Los miembros de esta Academia, creada por el mismo Juan Pablo II en 1994, se reunieron del 25 al 27 de febrero en Roma para afrontar el tema «Naturaleza y dignidad de la persona humana como fundamento del derecho a la vida. Los desafíos del contexto cultural contemporáneo».

Comentando el argumento, al concluir la reunión, el Santo Padre consideró que «es importante ayudar a nuestros contemporáneos a comprender el valor positivo y humanizador de la ley moral natural, aclarando una serie de equívocos y de interpretaciones falaces».

Juan Pablo II recordó que «el Magisterio de la Iglesia invoca la universalidad y el carácter dinámico y perfectivo de la ley natural con referencia a la transmisión de la vida, tanto para mantener en el acto procreativo la plenitud de la unión esponsal, como para conservar en el amor conyugal la apertura a la vida».

«El Magisterio hace una invocación análoga en el tema del respeto a la vida humana inocente: me refiero aquí al aborto, a la eutanasia, a la eliminación y experimentación destructiva de los embriones y de los fetos humanos», aclaró.

Esta posición, hoy día contra corriente, dijo, es afirmada por la Iglesia por el hecho de que «los derechos humanos deben ser referidos a lo que el ser humano es por naturaleza y según su propia dignidad, y no a las decisiones subjetivas de aquellos que gozan del poder de participar en la vida social o de aquellos que obtienen el consenso de la mayoría».

Esta falsa interpretación de los derechos del hombre, señaló, «puede llevar también a los regímenes democráticos a transformarse en un totalitarismo sustancial».

Por último, el Santo Padre recordó que «la Iglesia afirma el derecho a la vida de todos los seres humanos inocentes y en todos los momentos de su existencia».

«La distinción que a veces se hace en algunos documentos internacionales entre «ser humano» y «persona humana», para después reconocer el derecho a la vida y a la integridad física solo a la persona ya nacida, es una distinción artificial sin fundamento científico y filosófico», afirmó.

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ZENIT Staff

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