El Papa manifiesta su cercanía a todos los divorciados

Están llamados a participar en la vida cristiana, respetando las reglas

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CIUDAD DEL VATICANO, 20 enero 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II manifestó este lunes su cercanía espiritual a todas las personas divorciadas y les recordó que, al igual que todo bautizado, están llamados a participar en la vida cristiana, respetando las reglas de la Iglesia.

El Santo Padre dirigió su mensaje en un discurso pronunciado ante los participantes del congreso promovido por los «Equipos de Nuestra Señora», movimiento internacional de espiritualidad conyugal, sobre el tema «Parejas llamadas por Cristo a la Nueva alianza», a quienes recibió en el Vaticano.

«Deseo repetir mi proximidad espiritual a todas las personas separadas, divorciadas y divorciadas casadas de nuevo, que como bautizadas, están llamadas, en el respeto de las reglas de la Iglesia, a participar en la vida cristiana», afirmó el obispo de Roma.

Confirmó de este modo la enseñanza que expuso en el número 84 la exhortación apostólica postsinodal «Familiaris consortio», publicada en 1981.

En ese documento, que recoge las conclusiones del Sínodo mundial de obispos sobre la familia, celebrado en Roma entre septiembre y octubre de 1980, el Papa exhortaba «vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida».

La exhortación pide, al mismo tiempo, que «la Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza».

El documento pontificio, «fundándose en la Sagrada Escritura», reafirmó «la praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez». «Si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio», aclaraba.

«La reconciliación en el sacramento de la penitencia –que les abriría el camino al sacramento eucarístico– puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio», sigue diciendo el documento.

«Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, –como, por ejemplo, la educación de los hijos– no pueden cumplir la obligación de la separación, asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos», seguía estableciendo el documento.

La «Familiaris Consortio» prohibía al mismo tiempo «efectuar ceremonias de cualquier tipo para los divorciados que vuelven a casarse», pues estas celebraciones «podrían dar la impresión de que se celebran nuevas nupcias sacramentalmente válidas y como consecuencia inducirían a error sobre la indisolubilidad del matrimonio válidamente contraído».

Por último, en su audiencia a los Equipos de Nuestra Señora, Juan Pablo II dedicó unas palabras de cercanía a los matrimonios que están pasando dificultades y deseó que «puedan encontrar en su camino testigos de la ternura y de la misericordia de Dios».

Este es precisamente el objetivo de los Equipos de Nuestra Señora, compuesto por 52.000 parejas de 60 países, fundado en 1947 por el sacerdote francés Henri Caffarel, de quien en este año se celebra el centenario de su nacimiento.

Más información en http://www.equipes-notre-dame.com.

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ZENIT Staff

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