CIUDAD DEL VATICANO, martes, 6 abril 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha movilizado a la comunidad cristiana para que rece por la las vocaciones al sacerdocio, y ha exigido a los sacerdotes que promuevan la vida consagrada ante todo la «fidelidad personal».
Es la consigna que deja en la tradicional Carta que envía a los sacerdotes del mundo con motivo del Jueves Santo, presentada este martes a la prensa por el cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero.
«El número de presbíteros nunca es suficiente para afrontar las exigencias crecientes de la evangelización y del cuidado pastoral de los fieles», afirma la misiva.
«Su escasez se nota hoy especialmente en algunas partes del mundo, porque disminuyen los sacerdotes sin que haya un suficiente reemplazo generacional. Gracias a Dios, en otras partes está despuntando una prometedora primavera vocacional», constata.
«Así pues, ha de aumentar en el Pueblo de Dios la conciencia de tener que orar y actuar diligentemente en favor de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada», pide el pontífice.
Ahora bien, el obispo de Roma considera que la primera iniciativa que ha de tomarse para la promoción de las vocaciones es la «fidelidad personal» de los mismos sacerdotes.
Es decisiva, constata el Papa, «nuestra adhesión a Cristo, el amor que sentimos por la Eucaristía, el fervor con que la celebramos, la devoción con que la adoramos, el celo con que la dispensamos a los hermanos, especialmente a los enfermos».
«Los sacerdotes enamorados de la Eucaristía son capaces de comunicar a chicos y jóvenes el «asombro eucarístico»» que el pontífice ha querido suscitar con su última encíclica «Ecclesia de Eucharistia», publicada el Jueves Santo del año pasado.
«Precisamente son ellos quienes generalmente atraen de este modo a los jóvenes hacia el camino del sacerdocio, como podría demostrar elocuentemente la historia de nuestra propia vocación», recalca.
