El Papa: 'nuestra juventud nos desafía a escucharnos mutuamente'

En su discurso a los obispos de Corea en Roma en Visita ad Limina, recuerda su visita a este paí­s y habla sobre ‘la memoria, la juventud y la misión de confirmar a los hermanos en la fe’

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“Vuestra presencia hoy me trae a la mente recuerdos de mi reciente visita a Corea, donde experimenté de primera mano la bondad del pueblo coreano, que tan generosamente me recibieron y compartieron conmigo las alegrías y las tristezas de su vida. Mi visita a su país seguirá siendo un estímulo duradero para mí en mi ministerio a la Iglesia Universal”. Así lo ha asegurado hoy el santo padre Francisco en su encuentro con los obispos coreanos que se encuentran en Roma con motivo de la Visita Ad Limina.

Tal y como ha recordado Francisco, durante su visita a este país tuvieron la oportunidad de reflexionar “sobre la vida de la Iglesia en Corea y, en particular, en nuestro ministerio episcopal al servicio del Pueblo de Dios y de la sociedad”. De este modo ha continuado esta reflexión esta mañana, “poniendo de relieve tres aspectos de mi visita: la memoria, la juventud y la misión de confirmar a los hermanos en la fe”.

El Papa ha asegurado que uno de los momentos más hermosos de su visita a Corea “fue la beatificación de los mártires Paul Yun Ji-chung y compañeros”. Al hacerles beatos “alabamos a Dios por las innumerables gracias que derramó sobre la Iglesia en Corea durante su infancia, y también dimos gracias por la respuesta fiel dada a estos dones de Dios”.

De este modo, ha explicado que “incluso antes de que su fe se manifestara plenamente en la vida sacramental de la Iglesia, estos primeros cristianos coreanos no sólo fomentaron su relación personal con Jesús, sino que la llevaron a los demás, independientemente de su clase o posición social, y habitaron en una comunidad de fe y de caridad como los primeros discípulos del Señor”. Esa primera comunidad –ha observado el Papa– os ha dejado a vosotros y a toda la Iglesia un hermoso testimonio de la vida cristiana”.

De este modo, el Pontífice les ha recordado la importancia de trabajar junto con los sacerdotes, religiosos y religiosas, y líderes laicos de sus diócesis, “para asegurar que las parroquias, escuelas y centros de apostolado son auténticos lugares de encuentro”,  encuentro con el Señor y el encuentro con los otros, especialmente a los pobres, los ancianos, los olvidados.

A continuación, el Pontífice ha hablado de los jóvenes “que desean vivamente llevar adelante el legado de sus antepasados”. Ellos –ha recordado– están en el comienzo de su vida, llena de esperanza, promesas y posibilidades. Por eso, Francisco ha observado que “así como el testimonio de los primeros cristianos nos llama a cuidar unos de otros, nuestra juventud nos desafía a escucharnos mutuamente”.

El hablar con los jóvenes, “nos reta a compartir la verdad de Jesucristo con claridad y de una manera que ellos puedan entender. También pone a prueba la autenticidad y la fidelidad de nuestra fe”, ha reflexionado Francisco. Aunque es Cristo a quien predicamos y no a nosotros mismos, “estamos llamados a ser un ejemplo para el pueblo de Dios con el fin de atraer a la gente hacia Él”, ha añadido. De este modo, el Papa ha exhortado a los prelados a “mirar a los jóvenes a quien servís. Vedlos como aliados en la construcción de una Iglesia más santa, más misionera y humilde, una Iglesia que ama y adora a Dios, tratando de servir a los pobres, los solitarios, los enfermos y los marginados”.  

Por otro lado, el Pontífice ha pedido a los presentes que sean “servidores, así como Cristo vino a servir y no a ser servido”. La nuestra –ha especificado el Papa– es una vida de servicio, dado libremente, para cada alma confiada a nuestro cuidado, sin excepción”. En este espíritu de servicio, ha añadido Francisco, sed solícitos unos con los otros. Asimismo, les ha pedido que estén cerca de sus sacerdotes, “sed verdaderos padres, que buscan no solo exhortar y corregir, sino más bien acompañar en sus dificultades y alegrías”. También les ha pedido estar cerca de los religiosos y religiosas “cuya consagración enriquece diariamente y es compatible con la vida de la Iglesia”. Por último ha afirmado que “con estos obreros comprometidos en la viña del Señor, junto con todos los fieles laicos, podéis construir en el legado de vuestros antepasados y ofrecer al Señor un sacrificio digno para la profundización de la comunión y de la misión de la Iglesia en Corea y Mongolia”.

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ZENIT Staff

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