El Papa participa en la meditación de Navidad de un fraile capuchino

El Padre Cantalamessa: La Trinidad no es un asunto académico, es vida

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CIUDAD DEL VATICANO, 15 dic 2000 (ZENIT.org).- Al igual que muchos millones de cristianos, Juan Pablo II dejó momentáneamente a un lado sus preocupaciones en este viernes para escuchar la meditación de un fraile capuchino y prepararse así espiritualmente para la Navidad.

El padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia fue al grano: afrontó de lleno la realidad más importante para los cristianos, la Trinidad, misterio insondable, ciertamente, pero con el que el cristiano está llamado a entablar una relación de amor apasionado.

En la primera de las dos predicaciones de Adviento que pronunciará el capuchino en presencia del Papa y de la Curia Romana, profundizó en los horizontes que ha abierto a través de la historia la teología greco-oriental para sondar el misterio de la íntima unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu.

La unidad en el amor de Dios, añadió Cantalamessa es para nosotros un modelo, es decir, «un desafío y una conquista» ya sea para la vida de la Iglesia, para la vida social y para la vida de todos los días.

Algo que el gran apóstol de la historia del Cristianismo, san Pablo, enseñaba a los primeros cristianos, cuando les pedía traducir en la vida, en las propias comunidades, el vínculo que une al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

En concreto, el apóstol invitaba a los primeros cristianos a cargar mutuamente con el peso de la vida, para cumplir con el gran mandamiento dejado por Cristo. «El peso de los demás, ¿qué es?», se preguntó el fraile capuchino. «Son las enfermedades, son los límites, las cruces, así como los defectos y los pecados. Imitar a la Trinidad significa ensimismarse con el otro, ponerse en su pellejo –como se suele decir–, tratar de comprender y no de juzgar».

«En la Trinidad –añadió–, toda persona habla bien de la otra. ¡Cómo cambia, entonces, la atmósfera en una comunidad religiosa, en un cuerpo social, cuando se trata de imitar estos pensamientos!». Es verdad, reconoció, es un modelo que nunca se puede alcanzar, pero lo importante es «adentrarnos en este camino».

«¡Lo que hoy falta es poner este descubrimiento al alcance de la gente!», y constató con tristeza que en ocasiones la Trinidad se convierte en objeto de la teología académica. «¡Esta separación entre estudios y vida es deletérea!», exclamó.

«Está claro que si la Trinidad se convierte en un asunto de teólogos, acabará siendo marginada, y se podrá decir lo que afirmaba Feuerbach: «Dios es la proyección del hombre»».

Por tanto, concluyó el predicador del Papa, «es necesario hacer que este misterio pase a la vida, de manera que no sea sólo estudiado y rectamente formulado, sino vivido, adorado, gozado. Es necesario que los bautizados aprendan a «convivir» con la Trinidad».

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ZENIT Staff

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