El Papa pide a los sacerdotes confesarse y ser fieles al Magisterio en la confesión

Al encontrarse con los participantes en un curso de la Penitenciaría Apostólica

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CIUDAD DEL VATICANO, 28 marzo 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recordó este viernes la necesidad que tiene todo sacerdote de acercarse al Sacramento de la Penitencia frecuentemente para pedir el perdón de Dios y de ser fiel al Magisterio de la Iglesia al administrar este sacramento.

El Santo Padre hizo este llamamiento al encontrarse con los responsables de la Penitenciaría Apostólica, así como con sacerdotes y seminaristas que están participando en el curso anual sobre el foro interno (los asuntos de conciencia tocados por el Sacramento de la Penitencia).

Ante todo, el obispo de Roma, recordó que «el presbítero debe recibir con fe y humildad, además de con convencida frecuencia» el Sacramento de la Reconciliación.

«Al valor intrínseco del sacramento de la Penitencia en cuanto recibido del sacerdote como penitente, se añade su eficacia ascética como ocasión de examen de uno mismo, y por lo tanto de verificación, gozosa o dolorosa, del propio nivel de fidelidad a las promesas», explicó.

«Es además un momento de «experiencia» inefable de la caridad eterna que el Señor nutre por cada uno de nosotros en su individualidad irrepetible –siguió diciendo–; es desahogo de desilusiones y amarguras que nos han infligido, quizás injustamente; es bálsamo que consuela las múltiples formas de sufrimiento que marcan la vida».

Por otro lado, al administrar el sacramento de la confesión, añadió el pontífice, el sacerdote debe «referir sin variantes ideológicas las enseñanzas genuinas de la Iglesia».

«En particular, quiero llamar la atención sobre el deber de adherir al Magisterio de la Iglesia acerca de los complejos problemas planteados en el campo bioético y de la normativa moral y canónica en el ámbito matrimonial», aclaró.

«A veces sucede que los fieles, a propósito de ciertas cuestiones éticas de actualidad, salen de la confesión con ideas bastante confusas, en parte porque tampoco encuentran en los confesores la misma línea de juicio», reconoció el Papa.

«En realidad –insistió–, quienes ejercen en nombre de Dios y de la Iglesia este delicado ministerio tienen el preciso deber de no cultivar, y menos aún manifestar en el momento de la confesión, valoraciones personales no conformes con lo que la Iglesia enseña y proclama».

«No se puede confundir con el amor el faltar a la verdad por un malentendido sentido de comprensión», concluyó.

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ZENIT Staff

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