El Papa pide apoyar las energías limpias no peligrosas para el hombre

Al recibir a seis nuevos embajadores en el Vaticano

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 9 de junio de 2011 (ZENIT.org).- Apoyar la investigación y utilización de energías limpias que no entrañen peligro para el hombre deben ser prioridades políticas y económicas, advirtió el Papa este jueves en el Vaticano ante seis nuevos embajadores que le fueron a presentar sus Cartas credenciales.

En su discurso a los representantes, ante la Santa Sede, de Moldavia, Guinea Ecuatorial, Belice, la República árabe de Siria, Ghana y Nueva Zelanda, el Pontífice afirmó que “es necesario revisar totalmente nuestro enfoque de la naturaleza”.

“Adoptar en todo una manera de vivir respetuosa con el entorno y apoyar la investigación y la explotación de energías limpias que preserven el patrimonio de la creación y no sean peligrosas para el hombre, deben ser prioridades políticas y económicas”, destacó.

Se refirió a la ecología humana como a “una necesidad imperativa” y advirtió que la humanidad podría desaparecer si no se respeta su alianza con la naturaleza.

“El cambio de mentalidad en este ámbito, aun con las contradicciones que conlleva, debe permitir llegar rápidamente al arte de vivir juntos que respete la alianza entre el hombre y la naturaleza, sin la cual la familia humana corre el riesgo de desaparecer”, indicó.

Sin refererirse explícitamente al drama vivido en Japón, el Papa destacó que “el primer semestre de este año ha estado marcado por innumerables tragedias que han afectado a la naturaleza, la técnica y la gente”.

“La magnitud de esas catástrofes nos interroga”, afirmó y señaló que el hombre, a quien Dios ha confiado la buena gestión de la naturaleza, es lo primero y no puede ser dominado por la tecnología.

Reflexionar y proponer soluciones

Benedicto XVI señaló el deber de reflexionar seriamente sobre la naturaleza y el futuro a corto plazo del planeta y proponer soluciones precisas y viables.

La naturaleza “no es únicamente un espacio por explotar o lúdico; es el lugar de nacimiento del hombre, su “casa” por así decirlo -subrayó-. Es esencial para nosotros”.

“El conjunto de los gobernantes debe comprometerse a proteger la naturaleza y a ayudar a que desempeñe su función esencial en la supervivencia de la humanidad”, indicó.

En su opinión, esa reflexión debe realizarse en el marco de Naciones Unidas y debe dar prioridad a la solidaridad sobre el interés particular.

También destacó la conveniencia de preguntarse por el justo lugar que debe ocupar la técnica. “Las proezas de las que es capaz van a la par con desastres sociales y ecológicos”, constató.

El Papa observó que “la técnica imprime a la globalización un ritmo especialmente acelerado” y advirtió que “apostarlo todo a ella o creer que es el único agente de progreso, o de felicidad, entraña una cosificación del hombre que conduce a la ceguera y a la miseria cuando él mismo le atribuye y delega en ella poderes que no tiene”.

Como muestra de ello, se refirió a “los “estragos” del progreso y los peligros que plantea a la humanidad una técnica todopoderosa y finalmente no controlada”.

“La técnica que domina al hombre le priva de su humanidad -sentenció-. El orgullo que engendra hace nacer en nuestras sociedades un economicismo intratable y un cierto hedonismo que determina de manera subjetiva y egoísta los comportamientos”.

Y añadió: “El debilitamiento de la primacía de lo humano entraña una confusión existencial y una pérdida del sentido de la vida”.

“La visión del hombre y de las cosas sin referencia a la trascendencia desarraiga al hombre de la tierra y, más fundamentalmente, empobrece la identidad misma”, continuó.

“Es por tanto urgente llegar a conjugar la técnica con una fuerte dimensión ética, ya que la capacidad que tiene el hombre de transformar y, en cierto sentido, de crear el mundo a través de su trabajo se basa siempre en el primer don original de las cosas realizado por Dios”, resolvió, citando la encíclica de Juan Pablo II Centesimus annus.

“La técnica debe ayudar a la naturaleza a prosperar en la línea querida por el Creador -dijo-. Trabajando así, el investigador y el científico se adhieren al designio de Dios que ha querido que el hombre sea la cumbre y el gestor de la creación”.

El Papa aseguró que “las soluciones basadas en este fundamento protegerán la vida del hombre y su vulnerabilidad, así como los derechos de las generaciones presentes y las venideras; y la humanidad podrá continuar beneficiándose del progreso que el hombre, por su inteligencia, logra realizar”.

Dimensión espiritual

Respecto a los gobernantes, destacó que deben promover un humanismo respetuoso con la dimensión espiritual y religiosa del hombre “conscientes del riesgo que corre la humanidad frente a una técnica vista como una “respuesta” más eficiente que la voluntad política o el paciente esfuerzo educativo por civilizar las costumbres”.

“La dignidad de la persona humana no varía con la fluctuación de las opiniones -recordó-. Respetar su aspiración a la justicia y a la paz permite la construcción de una sociedad que se promueve a sí misma, cuando apoya a la familia o rechaza, por ejemplo, la primacía exclusiva de las finanzas”.

“Un país vive de la plenitud de la vida de los ciudadanos que lo componen, cada uno siendo consciente de sus propias responsabilidades y pudiendo hacer valer sus propias convicciones”, afirmó.

Al mismo tiempo, reconoció que “la tensión natural hacia lo verdadero y hacia el bien es fuente de un dinamismo que engendra la voluntad de colaborar para realizar el bien común”.

Según Benedicto XVI, “la vida en sociedad debe considerarse ante todo como una realidad de orden espiritual, los responsables políticos tienen la misión de guiar a los pueblos hacia la armonía humana y hacia la sabiduría tan deseadas, que deben culminar en la libertad religiosa, auténtico rostro de la paz”.

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ZENIT Staff

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