El Papa pide “que se curen para siempre” las heridas entre cristianos y judíos

Hizo memoria del Holocausto y de los cristianos que salvaron a judíos

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ROMA, domingo 17 de enero de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI pidió hoy, durante su visita a la Gran Sinagoga de Roma, “que se curen para siempre” las heridas provocadas “por todo aquello que ha podido favorecer de cualquier modo las heridas del antisemitismo y del antijudaísmo”.

Especialmente, se refirió a la declaración sobre la Shoah del 16 de marzo de 1998 y a la oración de Juan Pablo II ante el Muro de las Lamentaciones, durante su visita en marzo de 2000, manifestando su dolor por “el comportamiento de cuantos, a lo largo de la historia”, han hecho sufrir al pueblo judío.

Durante su discurso en el Templo judío, y ante los representantes de las comunidades judías de Roma y de toda Italia, el Papa volvió a reflexionar sobre la tragedia del Holocausto, recordando concretamente la deportación de los judíos de Roma.

“¿Cómo no recordar a los judíos romanos que fueron arrancados de sus casas, ante estos muros, y con horrendo tormento fueron asesinados en Auschwitz? ¿Cómo es posible olvidar sus rostros, sus nombres, sus lágrimas, la desesperación de hombres, mujeres y niños?”, se preguntó.

Aunque es verdad que “muchos permanecieron indiferentes”, sin embargo “muchos, también entre los católicos italianos, sostenidos por la fe y por la enseñanza cristiana, reaccionaron con valor, abriendo los brazos para socorrer a los judíos perseguidos y fugitivos, a menudo a riesgo de su propia vida, y merecen una gratitud perenne”.

“También la Sede Apostólica llevo a cabo una acción de socorro, a menudo oculta y discreta”, añadió el Papa.

Benedicto XVI alentó a que la memoria del Holocausto, lejos de dividir a judíos y cristianos, les empuje “a reforzar los vínculos que nos unen para que crezcan cada vez más la comprensión, el respeto y la acogida”.

En este sentido, quiso recordar que el Holocausto supone “el culmen de un camino de odio que nace cuando el hombre olvida a su Creador y se pone a sí mismo en el centro del universo”.

“Los potentados del Tercer Reich querían aplastar al pueblo judío en su totalidad y, en el fondo, con el aniquilamiento de este pueblo, pretendían matar a aquel Dios que llamó a Abraham, que hablando sobre el Sinaí estableció los criterios orientativos de la humanidad que permanecen válidos eternamente”, añadió, recordando su discurso en Auschwitz del 28 de mayo de 2006.

El siglo XX ha sido, añadió, “una época verdaderamente trágica para la humanidad: guerras sangrientas que han sembrado destrucción, muerte y dolor como nunca había sucedido antes; ideologías terribles que han tenido su raíz en la idolatría del hombre, de la raza, del Estado, y que han llevado una vea más al hermano a matar al hermano”.

Futuro de diálogo

La visita de hoy, la segunda de un Papa en casi 24 años, debe ser entendida, afirmó Benedicto XVI, como una confirmación del camino emprendido con la Declaración Nostra Aetate, del Concilio Vaticano II, y de los pasos dados por su predecesor, Juan Pablo II.

Aquella visita de 1986 “quiso ofrecer una decidida contribución a la consolidación de las buenas relaciones entre nuestras comunidades, para superar toda incomprensión y prejuicio. Esta visita mía se inserta ne el camio trazado, para confirmarlo y reforzarlo”.

En este sentido, afirmó que la Declaración Nostra Aetate “ha representado para los católicos un punto firme al que referirse constantemente en la actitud y en las relaciones con el pueblo judío, marcando una nueva y significativa etapa”.

Este acontecimiento, añadió, “dio un decisivo impulso al compromiso de recorrer un camino irrevocable de diálogo, de fraternidad y de amistad”.

“También yo, en estos años de Pontificado, he querido mostrar mi cercanía y mi afecto hacia el pueblo de la Alianza”, confirmó, recordando sus encuentros, en los últimos años, con representantes judíos, en el Vaticano y durante sus viajes.

En este sentido, auguró que la visita de hoy sirva “para hacer más firmes los vínculos que nos unen y continuar recorriendo el camino de la reconciliación y de la fraternidad”.

[Por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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