El Papa pide testimoniar la salvación de Dios, fuente de auténtica paz

Comenta el cántico de acción de gracias de los redimidos de Isaías

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CIUDAD DEL VATICANO, 17 abril 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II concluyó su meditación en la audiencia general de este miércoles con un apremiante llamamiento a testimoniar la salvación de Dios «para que toda la humanidad acuda a las fuentes de la paz, de la alegría y de la libertad».

El pontífice comentó así el cántico de acción de gracias de los redimidos, que aparece en el libro de Isaías (12, 1-6), un pasaje sorprendentemente mesiánico, en el que los cristianos descubren rasgos esenciales de la persona y misión de Jesucristo.

El canto está compuesto, como explicó el mismo obispo de Roma a los 16 mil peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, por «una persona que deja a sus espaldas una vicisitud amarga, experimentada como un acto del juicio divino».

«Pero ahora la prueba ha terminado –añadió–, la purificación ha tenido lugar; a la cólera del Señor le sigue la sonrisa, la disponibilidad para salvar y consolar».

Karol Wojtyla continuó así con la serie de meditaciones que desde el año pasado viene ofreciendo sobre los salmos y cánticos del Antiguo Testamento, que han pasado a formar parte de la oración diaria de los cristianos.

El cántico bíblico se divide en dos pasajes. En un primer momento, el creyente experimenta la «salvación», palabra que repite incansablemente, pues tiene la «certeza inquebrantable de que en el origen de la liberación y de la esperanza se encuentra la gracia divina».

Para un pueblo, en cuya historia el agua (y su carestía) desempeña un papel decisivo, la salvación de Dios –«capaz de hacer brotar la alegría y la confianza, incluso en el día oscuro de la prueba»– es representada precisamente con esta imagen: «Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación».

«Por desgracia la humanidad, con frecuencia abandona esta fuente que quita la sed de todo el ser de la persona», constató el pontífice haciéndose eco de los profetas.

Esta constatación, abre camino a la segunda parte del cántico: una apremiante invitación a cantar, invocar, proclamar, contar, anunciar (y otros sinónimos utilizados por el pasaje bíblico) al «Dios salvador, que actúa en la historia y está junto a su criatura, compartiendo sus vicisitudes».

«Esta profesión de fe tiene una función por decir así misionera», concluyó el Santo Padre. «La salvación alcanzada debe ser testimoniada al mundo para que toda la humanidad acuda a las fuentes de la paz, de la alegría y de la libertad».

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ZENIT Staff

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