El Papa pide "verdadera sabiduría" en las relaciones políticas

Respeto de la verdad, de la palabra dada, y rechazo de la violencia

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 20 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI pidió este domingo «verdadera sabiduría» en las relaciones políticas, tanto a nivel nacional como internacional, en medio de la falta de respeto por la verdad y la palabra dada que se registra cada vez con más frecuencia en ciertos ambientes.

Al rezar este domingo a mediodía el Ángelus junto a los peregrinos congregados en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo, el Santo Padre comentó el pasaje de la Carta de Santiago (3,16-4,3), segunda lectura de la liturgia de ese día, en el que el apóstol medita en la sabiduría.

«Como Dios de quien procede, la sabiduría no tiene necesidad de imponerse por la fuerza, pues tiene el vigor invencible de la verdad y del amor, que se afirma por sí mismo», aclaró.

«Por este motivo –aseguró–, es pacífica, dócil, complaciente; no es parcial y no recurre a la mentira; es indulgente y generosa, se reconoce por los buenos frutos que suscita en abundancia».

«¿Por qué no detenerse de vez en cuando a contemplar la belleza de esta sabiduría? ¿Por qué no sacar del manantial incontaminado del amor de Dios la sabiduría del corazón, que nos desintoxica de las escorias de la mentira y el egoísmo?», se preguntó el obispo de Roma.

«Esto se aplica a todos, pero, en primer lugar, a quien está llamado a ser promotor y ‘tejedor’ de paz en las comunidades religiosas y civiles, en las relaciones sociales y políticas y en las relaciones internacionales», afirmó.

«En nuestros días, quizá en parte a causa de ciertas dinámicas propias de las sociedades de masa, se constata con frecuencia una falta de respeto por la verdad y la palabra dada, junto a una difundida tendencia a la agresividad, al odio y a la venganza», aclaró.

«Para hacer obras de paz hay que ser hombres de paz, poniéndose a la escucha de la sabiduría que desciende de lo alto para asimilar sus cualidades y producir sus efectos», indicó.

«Si cada quien, en su propio ambiente –concluyó–, lograse rechazar la mentira y la violencia en las intenciones, en las palabras y en las acciones, cultivando con cuidado sentimientos de respeto, de comprensión y de estima por los demás, quizá no resolvería todos los problemas de la vida cotidiana, pero podría afrontarlos con más serenidad y eficacia».

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ZENIT Staff

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