El Papa pone su misión en manos de María

En uno de los santuarios más importantes para su vida

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KALWARIA ZEBRZYDOWSKA, 19 agosto 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II encomendó a la Virgen María este lunes el cumplimiento hasta el final su misión y le encomendó sus más sentidas preocupaciones al celebrar la eucaristía en uno de los santuarios más importantes para su vida.

Kalwaria Zebrzydowska, a 50 kilómetros de Cracovia, era el centro de peregrinaciones al que venía cuando era pequeño acompañado por su padre. A este lugar se dirigía también siendo arzobispo, cuando tenía que tomar decisiones difíciles, como recordó nada más llegar a Polonia el 16 de agosto.

«Madre santísima, nuestra señora de Kalwaria –rezó al concluir una homilía preñada de recuerdos personales–, alcanza también para mí las fuerzas del cuerpo y del espíritu para que pueda cumplir hasta el final la misión que me ha encomendado el Resucitado».

«Pongo en tus manos todos los frutos de mi vida y de mi ministerio –siguió implorando–; te confío la suerte de la Iglesia, te entrego mi nación. Confío en ti y una vez más declaro ante ti: «¡Totus Tuus, María!».

«Todo tuyo» es precisamente el lema en latín del pontificado de Karol Wojtyla, que se inspira en las palabras del teólogo francés san Louis-Marie Grignon de Montfort (1673-1716), comenzado el 16 de octubre de 1978.

El pontífice desmintió de este modo los rumores de los medios de comunicación que habían anunciado en la víspera que el Santo Padre podría renunciar a su ministerio precisamente en este santuario.

Al Papa se le veía claramente conmovido. Antes de comenzar la eucaristía, en la que participaron las 500 personas que cabían en el templo, se recogió en un momento de íntima y larga meditación ante la imagen de la Virgen. Unas 20.000 personas seguían el acontecimiento desde la plaza contigua al santuario.

El pequeño Karol Wojtyla vino a este templo, acompañado por su padre, una año después de que falleciera su madre, cuando tenía nueve años. La última vez que había visitado el lugar sagrado fue en 1979, durante su primera visita a Polonia.

En la súplica a María, el obispo de Roma encomendó además las necesidades de los pobres y de los que sufren, a los desempleados, a los que no tienen casa, a las familias para que les infunda «el amor que permite superar todas las dificultades».

«Envuelve a los niños con el manto de tu protección para que no sean escandalizados», siguió diciendo en esta oración personal que expresaba sus más íntimas preocupaciones.

«Anima a las comunidades religiosas con la gracia de la fe, de la esperanza y de la caridad –añadió–. Haz que los sacerdotes sigan las huellas de tu Hijo ofreciendo cada día la vida por las ovejas. Alcanza para los obispos la luz del Espíritu Santo para que guíen la Iglesia en estas tierras hacia el Reino de tu Hijo por un camino único y derecho».

Al concluir su súplica, un largo aplauso estalló en el interior del recinto sagrado y en sus alrededores.

Tras la celebración eucarística, el Papa almorzó con la comunidad de los Frailes Menores, llamados también «Bernardinos», que custodian el santuario de Kalwaria Zebrzydowska.

El pontífice abandonó Polonia en la tarde de este jueves, poniendo fin así a su octava visita oficial a su país, la 98 peregrinación internacional de este pontificado.

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ZENIT Staff

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