El Papa presenta a los jóvenes la castidad como «custodia» del amor

Al concluir el centenario del asesinato de santa María Goretti

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CIUDAD DEL VATICANO, 6 julio 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II presentó este domingo a la juventud la castidad como la «custodia» del amor al concluirse el centenario de la muerte de santa María Goretti.

«¿Qué les dice a los jóvenes de hoy esta muchacha frágil, pero cristianamente madura, con su vida y sobre todo con su heroica muerte?», se preguntó el Papa a mediodía antes de rezar la oración mariana del «Angelus» junto a varios miles de peregrinos.

«Marietta, como era llamada familiarmente, recuerda a la juventud del tercer milenio que la auténtica felicidad exige valentía y espíritu de sacrificio, rechazo de todo compromiso con el mal y disponibilidad para pagar con el propio sacrificio, incluso con la muerte, la fidelidad a Dios y a sus mandamientos», aseguró.

María Goretti, niña de once años de edad de Nettuno (localidad al sur de Roma), fue asesinada el 6 de julio de 1902 por Alessandro Serenelli, un inquieto joven que trató de abusar de ella. Pío XII, que la canonizó el 24 de junio de 1950 la definió «pequeña y dulce mártir de la pureza».

«Hoy se exalta con frecuencia el placer, el egoísmo, o incluso la inmoralidad, en nombre de falsos ideales de libertad y felicidad –reconoció el Santo Padre–. Es necesario reafirmar con claridad que la pureza del corazón y del cuerpo debe ser defendida, pues la castidad «custodia» el amor auténtico».

«Que santa María Goretti ayude a los jóvenes a experimentar la belleza y la alegría de la bienaventuranza evangélica: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»», deseó.

«La pureza de corazón –aclaró–, como toda virtud, exige un entrenamiento diario de la voluntad y una disciplina constante interior. Exige, ante todo, el asiduo recurso a Dios en la oración».

«Las numerosas ocupaciones y los ritmos acelerados de la vida hacen que en ocasiones sea difícil cultivar esta importante dimensión espiritual –reconoció por último–. Las vacaciones veraniegas, que comienzan para muchos en estos días, si no son «quemadas» por la disipación y la simple diversión, pueden convertirse en una ocasión propicia para volver a dar aliento a la vida interior».

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ZENIT Staff

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