El Papa recibe al patriarca de los herederos del idioma de Jesús

El rito de los sirio-católicos mantiene el arameo; una tradición única

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CIUDAD DEL VATICANO, 8 junio 2001 (ZENIT.org).- Levadura en la masa. Con esta comparación evangélica Juan Pablo II definió este viernes la contribución discreta pero decisiva de la Iglesia sirio-católica, al recibir al nuevo patriarca de Antioquía de los Sirios.

Su Beatitud Ignace Pierre VIII Abdel-Ahad, de 71 años, llegó al Vaticano acompañado por una peregrinación de fieles y eclesiásticos de esta comunidad cristiana. Sucede en la guía del patriarcado al cardenal Ignace Moussa I Daoud, a quien el Papa le llamó el año pasado como cercano colaborador a la Curia romana para que sea prefecto de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales.

El nuevo patriarca Ignace Pierre VIII, nombrado canónicamente el 16 de febrero por el Sínodo de los obispos sirio-católicos, recibió pocos días después la comunión eclesiástica por parte de Juan Pablo II, es decir, la aprobación papal de su elección, como sucede en las Iglesias orientales, donde no es el Papa quien escoger a los patriarcas.

Ahora, en signo de reconocimiento, el patriarca, que tiene su sede en el Líbano, visitó al pontífice. Al mismo tiempo confirmó la obediencia y fidelidad a Roma de esta particular realidad del cristianismo de Oriente, que regresó a la comunión con Roma a finales del siglo XVIII, separándose de la Iglesia sirio-ortodoxa.

Arraigado en el Líbano, donde está presente desde el siglo XVII, el rito sirio-católico es seguido hoy por unos 30 mil fieles católicos en la región, a quienes hay que sumar, además, los emigrantes de la diáspora que se han establecido sobre todo en el continente americano.

Su gran peculiaridad es el uso en la liturgia de un dialecto arameo, semejante al que utilizaba Cristo hace dos mil años. Se trata, por tanto, de una comunidad cristiana con un estupendo pasado, enriquecido a través de los siglos por místicos y Padres de la Iglesia.

Al dirigirse a sus huéspedes, el Papa pidió a los sirio-católicos que revivan con entusiasmo esta tradición, acompañando la profundización teológica con la educación de los jóvenes y la formación de los nuevos sacerdotes.

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ZENIT Staff

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