El Papa reconoce la virtud heroica de la sierva de Dios María Josefa Segovia

Colaboradora de san Pedro Poveda y directora de la Institución Teresiana

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 20 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, en audiencia privada, concedida ayer 19 de diciembre al cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, ha autorizado a la Congregación a promulgar, entre otros, el Decreto que reconoce que la sierva de Dios María Josefa Segovia Morón vivió de modo heroico la virtud.

La Oficina de Información de la Santa Sede publicó este martes la noticia de la promulgación del Decreto «sobre las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Josefa Segovia Morón, Primera Directora General de la Institución Teresiana, nacida el 10 de octubre de 1891, en Jaén, España, y muerta el 29 de marzo de 1957 en Madrid, España».

María Josefa Segovia tenía 22 años cuando conoció a san Pedro Poveda, quien inmediatamente la quiso como principal colaboradora para su obra sociocultural y educativa.

Era el año 1913 y María Josefa, «Pepa», como la llamaban cariñosamente sus familiares y amigos, incluido el padre Poveda, acababa de graduarse en la Escuela Superior del Magisterio en Madrid. Era este primer tercio del siglo XX en España el momento en el que las mujeres iniciaban discretamente su carrera imparable hacia los puestos de decisión del país.

La Escuela Superior preparaba a jóvenes para el recién creado cuerpo de inspectores de Enseñanza, en la gran obra de educación popular que emprendía, como en otros países europeos, el Gobierno de España. Hacía poco que se había permitido a las mujeres acceder a los estudios universitarios y María Josefa Segovia, ya maestra, formó parte de las primeras promociones de inspectores de Enseñanza formados en Madrid.

Siendo novia de un médico y pensando ya en el matrimonio, acabada la carrera, aceptó la colaboración que le pedía el joven sacerdote, canónigo de la catedral de Jaén, Pedro Poveda, para dirigir la Academia fundada por este en la ciudad andaluza, en 1913, una residencia para jóvenes que se preparaban a ser maestras.

Tras poner su dirección espiritual en manos del santo sacerdote, y empeñarse cada vez más en la obra teresiana naciente, Josefa Segovia abandonó sus planes de matrimonio y se entregó de lleno a la labor formadora de las Academias povedanas que se fueron extendiendo por toda España.

En 1919, es nombrada directora general de la Institución Teresiana, la asociación que guarda la herencia espiritual, cultural, pedagógica y social de san Pedro Poveda.

Cuando hubo que presentar la nueva familia espiritual a la Iglesia universal, el fundador quiso que fuera María Josefa Segovia la que viajara a Roma, junto a otras dos asociadas, para presentarla al Papa Pío XI, obteniendo poco después el decreto de aprobación pontificia a perpetuidad en 1924. Dicen los testigos que el Papa, tras conocer a María Josefa, exclamó: «¡Qué fe!». De hecho, la sierva de Dios decía a todos que la fe era el don que mas estimaba en su vida y pedía esta misma fe a sus colaboradores.

Josefa Segovia, a la muerte martirial del fundador en la guerra de 1936, pronunció delante de su tumba la promesa: «Continuaremos la Obra». Recogió la herencia de san Pedro Poveda y recuperó con gran entereza de ánimo, sin la presencia cercana del fundador, inspirada en la fortaleza de María al pie de la Cruz, los centros de la Asociación a la que, como a tantas otras familias espirituales, golpeó materialmente el conflicto que duró tres largos y dolorosos años. Un conflicto que regaló a la Institución Teresiana dos mártires: san Pedro Poveda y la beata Victoria Díez, joven maestra sevillana.

La Institución Teresiana, dirigida por María Josefa Segovia, llegó, en la postguerra mundial, a cuatro continentes y experimentó un fuerte crecimiento en personas, centros y proyectos.

En 1957, la sierva de Dios se sometió a una operación que era inevitable, dado su precario estado de salud. María Josefa, que decía en privado que María era el secreto de su vida, eligió la fecha mariana del 25 de marzo para someterse a esta intervención quirúrgica, de la que no se recuperó. En su calendario de mesa, una sola palabra: «Fiat».

A su muerte, el 29 de marzo, siguieron innumerables testimonios de personas de todas las clases sociales proclamando sus virtudes. El arzobispo de Madrid, su confesor, en el discurso fúnebre no dudó en afirmar que un día se reconocería la santidad de María Josefa.

La emisión del decreto del Santo Padre ha sido precedida de los procesos informativos diocesanos y del trabajo en Roma de una Comisión Histórica. Junto a la Ponencia (Positio) que incluye una biografía documentada, toda la documentación ha sido juzgada favorable por unanimidad por el Congreso de Teólogos y por la Congregación Ordinaria de Cardenales y Obispos.

Falta un último paso para la beatificación de María Josefa Segovia. Un nuevo decreto pontificio en el que la Iglesia reconozca un milagro, fruto de una especial intercesión de la sierva de Dios.

De esta especial colaboradora, san Pedro Poveda dijo, cuando tenía 31 años y ya era directora de la Institución Teresiana, en una carta que quiso que fuera conocida por toda la Asociación: «La gracia te hizo una criatura nueva, porque aún en lo natural te perfeccionó y elevó en tal grado que no pareces la misma». «Declaro, pues y confieso (…) que en ti está encarnado el espíritu de la Institución Teresiana». «Te dé el Señor perseverancia y que así como no pasó día, desde que te conozco, que no progresaras en virtud, sigas creciendo en ellas hasta que el Señor te lleve al cielo».

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ZENIT Staff

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