El Papa recuerda que la creación y la carne “no son despreciables” para Dios

Dedica la catequesis de hoy a san Juan Damasceno

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 6 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Según Benedicto XVI, el pensamiento cristiano, a diferencia de otras religiones o filosofías no considera que la creación y que la materia, la carne, sean despreciables aunque estén heridas por el pecado, sino que la Encarnación de Dios les ha conferido un gran valor.

Así lo explicó este miércoles durante la Audiencia General a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, continuando su ciclo de catequesis sobre pensadores cristianos del primer milenio, y que hoy centró en la figura de san Juan Damasceno.

Por segunda vez consecutiva, el Papa ha tomado a un teólogo de la Iglesia oriental (la semana pasada fue al Patriarca Germán de Constantinopla) para hablar sobre la trascendencia que la veneración de las imágenes sagradas, que se apoya en la doctrina de la Encarnación, tiene para la fe cristiana.

De nuevo el pontífice se refirió a la tensión iconoclasta que vivió la Iglesia de Oriente, que afectó también a la vida y al pensamiento de san Juan Damasceno (siglo VIII), uno de los teólogos más grandes de la Iglesia bizantina y al que León XIII proclamó doctor de la Iglesia en 1890.

En el pensamiento de este santo se encuentran «los primeros intentos teológicos importantes de legitimación de la veneración de las imágenes sagradas, uniendo a éstas al misterio de la Encarnación».

Al permitir la veneración de las imágenes, el cristianismo ha respondido no sólo al judaísmo, sino también al Islam, que prohíben el uso cultual de la imagen.

Citando al Damasceno, el obispo de Roma explicó que «dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los hombres, se puede representar lo que es visible en Dios. Yo no venero la materia, sino al creador de la materia, que se ha hecho materia por mí y se ha dignado habitar en la materia y obrar mi salvación a través de la materia».

«A causa de la encarnación, la materia aparece como divinizada, es vista como morada de Dios. Se trata de una nueva visión del mundo y de las realidades materiales. Dios se ha hecho carne y la carne se ha convertido realmente en morada de Dios, cuya gloria resplandece en el rostro humano de Cristo», añadió.

En este sentido, añadió el Papa, esta doctrina es «de extrema actualidad, considerando la grandísima dignidad que la materia ha recibido en la Encarnación, pudiendo llegar a ser, en la fe, signo y sacramento eficaz del encuentro del hombre con Dios».

De esta misma base procede la veneración en la Iglesia a las reliquias de los santos, algo también propio del cristianismo, explicó el Papa, pues «los santos cristianos, habiendo sido hechos partícipes de la resurrección de Cristo, no pueden ser considerados simplemente como ‘muertos'», sino «aquellos en quienes Dios ha habitado».

«El optimismo de la contemplación natural, de este ver en la creación visible lo bueno, lo bello y lo verdadero, este optimismo cristiano no es un optimismo ingenuo», añadió, sino que «tiene en cuenta la herida infligida a la naturaleza humana por una libertad de elección querida por Dios y utilizada inapropiadamente por el hombre».

«Vemos, por una parte, la belleza de la creación y por otra, la destrucción causada por la culpa humana. Pero vemos en el Hijo de Dios, que desciende para renovar la naturaleza, el mar del amor de Dios por el hombre», añadió el Papa.

El Papa concluyó pidiendo a los presentes acoger esta doctrina «con los mismos sentimientos de los cristianos de entonces».

«Dios quiere descansar en nosotros, quiere renovar la naturaleza también a través de nuestra conversión, quiere hacernos partícipes de su divinidad. Que el Señor nos ayude a hacer estas palabras sustancia de nuestra vida».

[Por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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