El Papa relanza el futuro de la Iglesia en Suiza ante setenta mil peregrinos

El espíritu misionero es capaz de superar las divisiones, afirma el Papa

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BERNA, domingo, 6 junio 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II invitó a la Iglesia católica en Suiza a superar las dificultades de las últimas décadas recuperando su espíritu misionero en la misa con la que culminó su visita del fin de semana a Berna.

El mensaje que el pontífice dejó este domingo a los setenta mil peregrinos congregados en la pradera de Allmend se puede sintetizar en uno de los numerosos eslóganes con los que redactó la homilía: «Ha llegado la hora de preparar jóvenes generaciones de apóstoles que no tengan miedo de proclamar el Evangelio».

«Para todo bautizado es esencial pasar de una fe de costumbre a una fe madura, que se expresa en opciones personales claras, convencidas, valientes», añadió en una mañana soleada.

Son frases que explican los motivos por los que Juan Pablo II aceptó, a pesar de sus límites físicos, emprender su viaje internacional número 103 para encontrarse en la tarde del sábado con unos trece mil jóvenes suizos, consciente de la frialdad con la que es recibido en algunos ambientes de este país.

La Iglesia en Suiza recibía por tercera vez al Papa dejando a sus espaldas años de divisiones internas, y profundamente preocupada por el avance de la indiferencia religiosa. Sin embargo, a causa de la inmigración, los católicos, más de 3,5 millones de fieles se han convertido en mayoría en el país de Calvino.

El 41% de los 7,3 millones de habitantes de Suiza son católicos, de los cuales el 9,1% es de origen extranjero. Los protestantes constituyen el 37% y los musulmanes el 5%. El 11% de los suizos se declara hoy sin confesión religiosa, mientras que hace diez años era el 7,5 %, según un informe de la agencia católica suiza APIC.

A quienes se congregaron en torno al altar, el Papa planteó un interrogante: «¿Qué es la verdad?», o más bien, «¿quién es la verdad?», «la pregunta que se plantea el hombre del tercer milenio», siguió constatando.

«¡No podemos callar la respuesta pues la conocemos! –respondió– La verdad es Jesucristo, venido al mundo para revelarnos y entregarnos el amor del Padre. ¡Estamos llamados a testimoniar esta verdad con la palabra y sobre todo con la vida!».

El Santo Padre abogó por una «Iglesia misionera, liberada de falsos miedos, pues está segura del amor del Padre».

Este nuevo empuje de la Iglesia, siguió diciendo, exige «vivir la unidad en su interior», la «comunión», para «purificarse constantemente de las «toxinas» del egoísmo, que generan celos, desconfianzas, manías de autoafirmación, contraposiciones deletéreas».

Por otro lado, este anuncio del Evangelio debe dar también un impulso al camino hacia la unidad plena entre los cristianos en Suiza, cuya historia ha quedado marcada por las divisiones entre las diferentes confesiones.

«Reafirmo, también en esta ocasión, la voluntad de avanzar por el camino –difícil, pero lleno de gozo–, de la plena comunión de todos los creyentes», aseguró el Santo Padre.

La Federación de las Iglesias Evangélicas de Suiza no aceptó la invitación a participar en la misa presidida por el Papa en protesta por la oposición de la Iglesia católica a ofrecer ordinariamente la comunión eucarística a los no católicos.

La Federación, sin embargo, estuvo oficialmente representada en el encuentro del Santo Padre con los jóvenes y entre los chicos y chicas reunidos en el Palacio de Hielo había también miembros de las comunidades reformadas.

La homilía del Papa concluyó con un himno al amor de Dios por cada persona humana, «auténtico manantial de la grandeza del hombre», «raíz de su indestructible dignidad».

«Todo ultraje cometido contra el hombre se revela, en definitiva, un ultraje contra su Creador, que le ama con amor de Padre», indicó.

«Suiza tiene una gran tradición de respeto por el hombre. Es una tradición que está bajo el signo de la Cruz: ¡la Cruz Roja!», concluyó.

El Santo Padre almorzó con los obispos de la Conferencia Episcopal Suiza, en la residencia de Viktoriaheim de Berna, en la que había pasado la noche, y más tarde se encontró con la asociación de antiguos guardias suizos.

El pontífice se despidió de Suiza más tarde, en el aeropuerto de Payerne, después de haber pasado 32 horas en el país.

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ZENIT Staff

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