El Papa se pone en manos de Dios en sus 25 años de pontificado

Emocionante misa en la que pide la ayuda de los creyentes de todo el mundo

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CIUDAD DEL VATICANO, 16 octubre 2003 (ZENIT.org).- En una conmovedora eucaristía, celebrada a la misma hora en que fue elegido Papa hace exactamente 25 años, Juan Pablo II volvió a poner su vida en manos de Dios y pidió la ayuda de los creyentes del mundo entero.

El Papa entonó algunos de los cantos y no sólo presidió, sino que también celebró la eucaristía, celebrada en una plaza de San Pedro llena hasta desbordar de fieles que inundaban también la pequeña plaza contigua.

En la homilía, Juan Pablo II recordó aquellos momentos en los que el colegio cardenalicio le escogió como sucesor número 264 de san Pedro, a los 58 años. En ese mismo momento, las campanas de las Iglesias de Polonia repicaban en recuerdo de aquel acontecimiento que cambiaría la historia de ese país.

«¿Cómo podía no temblar, humanamente hablando?», se preguntó el Papa. «¿Cómo no podía pesarme una responsabilidad tan grande?».

«Fue necesario recurrir a la divina misericordia para que ante la pregunta: «¿Aceptas?» pudiera responder con confianza: «En la obediencia de la fe, ante Cristo mi Señor, encomendándome a la Madre de Cristo y de la Iglesia, consciente de las grandes dificultades, acepto», recordó repitiendo literalmente las palabras que entonces pronunció.

El Santo Padre leyó la introducción y la conclusión de la homilía, mientras que los pasajes centrales corrieron a cargo del arzobispo argentino Leonardo Sandri, sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano.

Le escuchaban delegaciones oficiales de numerosos países. En nombre de Polonia, se encontraban el presidente Aleksander Kwasniewski, así como el ex presidente Lech Walesa. En nombre de Estados Unidos, se encontraba Columba Bush, esposa del gobernador de Florida, Jeb, hermano de George Bush, y una delegación presidencial de 24 personas.

La conclusión de la homilía se convirtió en una personal y emocionante oración.

«A ti, Señor Jesucristo, único Pastor de la Iglesia, ofrezco los frutos de estos veinticinco años de ministerio al servicio del pueblo que me has confiado», comenzó diciendo.

«Perdona el mal realizado y multiplica el bien –dijo con voz temblorosa, en parte por la emoción–: todo es obra tuya y a ti sólo se debe la gloria. Con plena confianza en tu misericordia, te presento hoy una vez más a quienes confiaste hace años a mi atención pastoral».

«Consérvalos en el amor, reúnelos en tu grey, carga en tus espaldas a los débiles, cuida a los fuertes –añadió–. Sé su Pastor, para que no se pierdan. Protege la querida Iglesia que está en Roma y a las Iglesias de todo el mundo. Asiste con la luz y la potencia de tu Espíritu a quienes has puesto al mando de tu grey: que cumplan con empuje su misión de guías, maestros, santificadores, en la espera de tu retorno glorioso». «Te renuevo, por intercesión de María, Madre amada, el don de mí mismo, del presente y del futuro: que todo se cumpla según tu voluntad, pastor supremo, quédate entre nosotros, para que podamos avanzar contigo seguros hacia la casa del Padre». Y repitió al concluir: «hacia la casa del Padre».

En nombre de la Iglesia, al inicio de la eucaristía, el cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio de los cardenales, dirigió unas palabras en las que evocó detalles del anuncio de la elección de Karol Wojtyla como Papa.

«En su vida la palabra cruz no es sólo una palabra –recordó el cardenal alemán–. Él se ha dejado herir por ésta en el alma y en el cuerpo».

«Usted ha cargado con las críticas e injurias, suscitando también gratitud y amor y haciendo que se derrumbaran los muros del odio», añadió.

Al final de la misa, el Papa volvió a tomar la palabra para agradecer a «todos aquellos que desde tantas partes de la tierra apoyan mi cotidiano ministerio apostólico con la oración y con el ofrecimiento de su sufrimiento»

En castellano, dijo: «Gracias por adhesión a las enseñanzas de la Sede Apostólica».

Este viernes y sábado continuará en Roma la reunión de cardenales, patriarcas y presidentes de Conferencias Episcopales, que tiene lugar sobre los desafíos de la Iglesia con motivo del aniversario pontificio. El domingo, el Papa beatificará a la Madre Teresa de Calcuta y el viernes creará 31 nuevos cardenales.

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ZENIT Staff

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