El Papa subrayó en Turquía la fraternidad entre musulmanes y cristianos

Según explica al hacer un balance de su viaje apostólico

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 6, diciembre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI reconoció este miércoles que su viaje a Turquía ha querido ser un llamamiento a todos los creyentes, en particular a los cristianos y musulmanes, a dar testimonio de «auténtica fraternidad».

Así lo explicó en la audiencia general al hacer un balance de su quinta peregrinación apostólica internacional a ese país, en el que el 99% de sus habitantes es musulmán, que tuvo lugar del 28 de noviembre al 1 de diciembre.

«Una visita que, como sabéis, no parecía fácil desde varios puntos de vista, pero que Dios ha acompañado desde el inicio y que de este modo ha podido desarrollarse felizmente», explicó a los miles de peregrinos congregados en el Aula Pablo VI del Vaticano.

En esos días, aclaró, «tuve la oportunidad propicia de renovar mis sentimientos de estima a los musulmanes y a la civilización islámica».

En la audiencia el Papa recordó sus encuentros con las autoridades turcas, en particular, con su presidente, Ahmet Necdet Sezer; con el primer ministro, Recep Tayiip Erdogan; y con el presidente para los Asuntos Religiosos, el profesor Ali Bardakoglu.

«Esta intensa serie de encuentros constituyó una parte importante de la visita sobre todo porque Turquía es un país en su gran mayoría musulmán que se regula por una constitución que afirma la laicidad del Estado», aclaró.

Es, por lo tanto, siguió diciendo, «un país que constituye un emblema del gran reto que hoy se plantea a nivel mundial: por una parte es necesario redescubrir la realidad de Dios y la importancia pública de la fe religiosa y, por otra, garantizar que la expresión de esa fe sea libre, sin degeneraciones fundamentalistas y capaz de repudiar firmemente cualquier forma de violencia».

Al mismo tiempo, siguió constatando, este viaje le permitió «insistir en la importancia de que cristianos y musulmanes se comprometan juntos a favor del ser humano, la vida, la paz y la justicia, reafirmando que la distinción entre la esfera civil y la religiosa constituye un valor y que el Estado debe garantizar al ciudadano y a las comunidades religiosas la efectiva libertad de culto».

Como gesto simbólico de la promoción del diálogo entre los creyentes, el obispo de Roma rememoró la visita a la Mezquita Azul de Estambul.

«Permaneciendo unos minutos en recogimiento en ese lugar de oración me dirigí al único Señor del cielo y de la tierra, Padre misericordioso de toda la humanidad», evocó.

Y exclamó: «¡Que todos los creyentes puedan reconocerse como criaturas y dar testimonio de auténtica fraternidad!».

«Que Dios omnipotente y misericordioso ayude al pueblo turco, a sus gobernantes, y a los representantes de las religiones a construir juntos un futuro de paz para que Turquía pueda ser un “puente” de amistad y de colaboración fraternal entre Occidente y Oriente», concluyó.

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ZENIT Staff

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