El Papa ve «signos» de paz en diferentes rincones del planeta

En África, Oriente Medio y Europa

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 10 enero 2005 (ZENIT.org).- Juan Pablo II no sólo denuncia los conflictos armados que siguen ensangrentando el planeta, sino que también señala los «signos» de paz que en estos momentos presenta el escenario internacional.

«La paz, bien supremo, que condiciona la consecución de otros muchos bienes esenciales», acaparó amplio espacio en el discurso que el pontífice dirigió este lunes a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditados ante la Santa Sede.

El obispo de Roma comenzó mencionando los países «de Oriente Medio, de África, de Asia y de América Latina, en los cuales el recurso a las armas y a la violencia, produce no sólo daños materiales incalculables, sino que fomenta el odio y acrecienta las causas de discordia».

«A estos trágicos males se añade el fenómeno cruel e inhumano del terrorismo, flagelo que ha alcanzado una dimensión planetaria desconocida por las generaciones anteriores», añadió.

Ahora bien, reconoció que «numerosos son los hombres que trabajan con valentía» a favor de la paz y la reconciliación, mencionando «signos alentadores que demuestran cómo puede afrontarse el gran desafío de la paz».

«Así en África, donde, a pesar de las graves reincidencias de discordias que parecían superadas, crece la común voluntad de trabajar para la solución y la prevención de conflictos mediante una cooperación más intensa entre las grandes organizaciones internacionales y las instancias continentales, como la Unión Africana», constató.

Como ejemplos concretos, citó la reunión de noviembre pasado «del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en Nairobi, sobre la emergencia humanitaria en Darfur y sobre la situación en Somalia, así como la Conferencia internacional sobre la región de los Grandes Lagos».

En Oriente Medio, «tierra tan querida y sagrada para los creyentes en el Dios de Abraham», consideró, «parece atenuarse el cruel enfrentamiento de las armas y abrirse una salida política hacia el diálogo y la negociación».

Por último, «como ejemplo, ciertamente privilegiado, de una paz posible», el Santo Padre citó Europa.

«Naciones que un tiempo eran cruelmente enemigas y enfrentadas en guerras mortales se encuentran hoy juntas en la Unión Europea –indicó–, la cual durante el año pasado se ha propuesto consolidarse ulteriormente con el Tratado constitucional de Roma, mientras permanece abierta a acoger otros Estados, dispuestos a aceptar las exigencias que conllevan su adhesión».

«Para construir una paz verdadera y duradera en nuestro planeta ensangrentado, es necesaria una fuerza de paz que no retroceda ante ninguna dificultad. Es una fuerza que el hombre por sí solo no consigue alcanzar ni conservar: es un don de Dios», dijo al concluir el apartado de su discurso dedicado a la paz.

«Dios ama al hombre y quiere para él la paz. Nosotros estamos invitados a ser instrumentos activos de la misma, venciendo al mal con el bien», afirmó.

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ZENIT Staff

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