El Papa viaja al Este para apoyar la fe de cristianos perseguidos

Habla el profesor Gargano, experto en diálogo con las Iglesias orientales

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ROMA, 28 enero 2001 (ZENIT.org).- El deber de no traicionar la fe hasta el martirio de generaciones enteras ha llevado a Juan Pablo II a empeñarse en emprender el próximo viaje a Ucrania (junio) y a no abandonar la idea de ir a Moscú, a pesar de las dificultades.

Esta es la conclusión a la que llegó el viernes el profesor Innocenzo Gargano, camaldolense, experto en el diálogo ecuménico con las Iglesias orientales, en un encuentro con motivo de la conclusión de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, celebrado en la sede de la Institución Teresiana en
Italia.

La posición del teólogo se ve confirmada con el anuncio de nuevos cardenales hecho hoy por Juan Pablo II entre los que se encuentran dos de Ucrania y uno de Letonia.

El experto en el diálogo ecuménico con el Oriente consideró que es imposible comprender el pasado viaje papal a Rumanía y el que proyecta emprender a Ucrania, sin recordar la situación de los católicos en estos países de Europa del Este.

Ante todo, recordó que el paso masivo de algunas poblaciones, con su obispo, a la obediencia de Roma, manteniendo sus tradiciones y liturgia ortodoxa, causó una amargura en la mayoría de la población ortodoxa, que todavía hoy puede constatar.

Posteriormente estos cristianos, llamados greco-católicos (católicos de rito oriental), se encontraron bajo la dominación soviética, y, los que huyeron, bajo la opresión nazi. Todos estos cambios históricos
produjeron una Iglesia de mártires, añadió el teólogo

En esta situación, comunidades de greco-católicos de Ucrania (donde son más numerosos), pudieron pensar en un primer momento que los primeros pasos de diálogo por parte del Vaticano (la «ostpolitik» que llevó adelante el cardenal secretario de Estado, Agostino Casaroli), como una traición. Por otra parte, se comprende también que en ese ambiente es difícil establecer relaciones serenas con la Ortodoxia.

El padre Gargano, experto consultado con frecuencia en el Vaticano sobre estos argumentos, indicó
que, a raíz de la ausencia del patriarca de Moscú, Alejo II, en el encuentro ecuménico de Graz (Austria, 1997), salió a la luz el malestar de la Iglesia Ortodoxa rusa respecto a los viajes del Papa al Este.

En esta ocasión, Juan Pablo II habría comentado en círculos privados que su intención al visitar aquellos países y, en especial Rusia, era cumplir con sus deberes pastorales adquiridos con los millones de católicos, que habían sido arrancados de sus tierras en diversos países de la Europa del Este, deportados, y esparcidos por Siberia, con la esperanza de que desaparecieran.

Estos creyentes, añadió Gargano, no han desaparecido, es más, han conservado la fe. Y, como es lógico, el Papa, siente el deber pastoral de encontrarse con estos fieles.

Por otra parte, el catedrático explicó que, dentro de la Ortodoxia, el ecumenismo sigue siendo considerado en gran medida «la síntesis de todas las herejías». El patriarca Atenágoras, tan querido en occidente por su célebre abrazo con Pablo VI, no era bien visto por el resto de la jerarquía ortodoxa. Aquellos representantes de Iglesias ortodoxas, que en ocasiones llegan a firmar incluso documentos de acuerdo con la Iglesia católica, tienen detrás «un mundo muy fraccionado y sus fieles no siempre se sienten representados por ellos», concluyó el padre Gargano.

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ZENIT Staff

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