El Papa vuelve a pedir que se levante el embargo contra Irak

Exige al mismo tiempo a Bagdad respeto de los derechos humanos

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CIUDAD DEL VATICANO, 29 abril 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha vuelto a alzar su voz para denunciar la injusticia que supone el embargo económico impuesto a la población iraquí y que continúa cobrándose miles de víctimas.

El pontífice hizo este llamamiento el sábado pasado al recibir en audiencia al nuevo embajador de Bagdad ante la Santa Sede, Abdul-Amir Al-Anbari, quien en el pasado había sido embajador de su país ante las Naciones Unidas, Reino Unido y Estados Unidos.

«Recuerdo diariamente en mis oraciones a la población de Irak, especialmente por las continuas dificultades que afronta», afirmó el Santo Padre al dar la bienvenida al diplomático.

«Mientras el embargo al que está sometido el país sigue cobrándose víctimas –añadió el Papa–, renuevo mi llamamiento a la comunidad internacional para que gente inocente no pague las consecuencias de una destructiva guerra cuyos efectos siguen siendo experimentados por los más débiles y vulnerables».

La crisis política del régimen de Sadam Hussein y el embargo económico impuesto al país tras la invasión a Kuwait de 1990 se cobran todos los meses las vidas de al menos 4.500 niños menores de cinco años, según un estudio realizado por UNICEF. Al mismo tiempo aumenta el número de niños que mendigan por la calle, un fenómeno desconocido hace diez años (Cf. Zenit, 18 de diciembre de 2000).

El embargo ha suscitado serios interrogantes incluso entre quienes representan a las Naciones Unidas en el país. «Lo que era aceptable hace diez años, ahora ya no lo es –afirmó el coordinador humanitario de la ONU, el alemán Hans von Sponeck, al dar sus dimisiones–. Este embargo es una clara violación de los derechos humanos».

Al mismo tiempo, el discurso del obispo de Roma se convirtió en una vigorosa defensa de los derechos humanos: «La Santa Sede considera como una de sus principales tareas recordar a la opinión pública que ninguna autoridad, ningún programa político o ideológico tiene el derecho de reducir a los seres humanos a lo que hacen o producen».

«Los derechos inalienables y la dignidad personal de todo ser humano debe ser apoyada, la dimensión trascendente de la persona humana debe ser defendida», añadió.

Antes de despedirse del embajador, el Papa quiso recordar a los católicos en Irak a quienes invitó, junto a los iraquíes que creen en el Islam a «trabajar por la unidad y la armonía».

«En Irak, así como en el resto del mundo, el diálogo entre cristianos y musulmanes es más necesario que nunca –aclaró–. A través del diálogo, los creyentes serán capaces de responder positivamente al llamamiento a respetarse mutuamente, a superar toda discriminación y a ponerse al servicio del bien con espíritu de fraternidad y entendimiento».

«En cierto sentido –concluyó–, la obligación de todo gobierno consiste en asegurar que la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley no sea violada nunca por razones religiosas, ni abierta ni ocultamente».

En su saludo al pontífice, con motivo de la presentación de las cartas credenciales, el nuevo embajador iraquí consideró que «geográficamente la Santa Sede puede ser uno de los Estados más pequeños, pero moral y religiosamente es uno de los más grandes».

«El papel de la Santa Sede es universal –añadió el embajador– y está orientado a proteger no sólo a los católicos, sino a toda la humanidad».

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ZENIT Staff

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