El Papa y el patriarca ortodoxo de Antioquía: un paso hacia la unidad

El pontífice recibe en audiencia a Su Beatitud Ignace IV Hazim

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CIUDAD DEL VATICANO, 22 octubre 2001 (ZENIT.org).- El diálogo entre ortodoxos y católicos dio este lunes un paso decisivo con la audiencia concedida por Juan Pablo II al patriarca greco-ortodoxo de Antioquía (Siria), Su Beatitud Ignace IV Hazim.

Los líderes de las dos Iglesias se conocen bien; de hecho, el obispo de Roma visitó al patriarca Ignace el 5 de mayo pasado en Damasco. En aquella ocasión, como signo de búsqueda de la unidad, el Papa propuso que católicos y ortodoxos celebren en la misma fecha la Pascua.

En Siria, este deseo ya se ha cumplido, pues el patriarca melquita (católico) Gregorio III Laham firmó hace una semanas el decreto por el que los fieles de su Iglesia celebrarán la Resurrección según el calendario ortodoxo.

En las palabras que dirigió al patriarca Ignace, Juan Pablo II manifestó su sufrimiento al constatar que el camino hacia la unidad experimenta todavía retrasos y reconoció que el líder greco-ortodoxo de Antioquía es uno de los pioneros del acercamiento entre los cristianos de Oriente y Occidente.

«Yo sé, Beatidud, que al igual que yo, no dejáis de rezar, reflexionar, trabajar y convencer a los demás para que se allane el camino hacia la unidad. El diálogo teológico no debe quedar a merced del viento del desaliento o a la deriva de la indiferencia y falta de esperanza», afirmó el líder de la Iglesia católica.

Al recordar su reciente viaje a Siria siguiendo las huellas de san Pablo, el papa Wojtyla reconoció: «Ha sido la renovación de la promesa hecha a inicios de mi pontificado de hacer del camino hacia la unidad una de mis prioridades pastorales».

Antioquía, sede del patriarcado greco-ortodoxo, aunque la residencia actual está en Damasco, es la misma ciudad mencionada por los Hechos de los Apóstoles, en la que los seguidores de Cristo fueron llamado por primera vez cristianos.

Tras la entrevista, el patriarca Ignace definió en declaraciones a la prensa a Juan Pablo II como «uno de los mayores hombres del siglo XX».

«Tanto él como yo hemos gastado toda nuestra vida por la causa de la unidad –añadió–. La unidad, de hecho, forma parte de la misma esencia de la Iglesia. La Iglesia sólo puede ser una. Hoy evidentemente hay que trabajar sobre el significado de esta unidad».

«El Señor constituyó una Iglesia, un cuerpo apostólico formado por los doce apóstoles –concluyó–. A nosotros nos corresponde conformarnos a sus intenciones trabajando por la unidad de esta Iglesia. Por este motivo, la unidad ha sido siempre el centro de nuestra acción y a ella hemos consagrado nuestra vida».

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ZENIT Staff

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