El papel de la Iglesia para detener la sangre en Darfur

El Sínodo reflexiona con un ex representante de la ONU en Sudán

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 12 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Además de rezar por la paz, ¿qué puede hacer la Iglesia ante la dramática situación que sigue derramando ríos de sangre en Darfur, Sudán?, se pregunta el Sínodo de África.

Los interrogantes han sido planteados por los obispos en las sesiones de intervenciones libres en la asamblea después de que se le diera la palabra, el 9 de octubre, a Rodolphe Adada, antiguo representante especial conjunto del secretario general de las Naciones Unidas y del presidente de la Comisión de la Unión Africana para Darfur.

«La Iglesia, fuerza de paz, autoridad moral superior», afirmó Adada, «tiene un papel importantísimo a favor de un Sudán plural, entre el sur cristiano y animista y el norte musulmán, donde está Darfur».

Su intervención suscitó numerosas preguntas entre los obispos, motivo por el cual se le concedió una posibilidad de réplica, en la que afirmó: «La Iglesia debe tener una mirada de conjunto sobre los problemas en juego y elevar su voz como un grito».

El conflicto de Darfur entre los Yanyauid y los africanos negros de la región ha derivado en la limpieza étnica de miles de personas y el desplazamiento forzoso de varios millones. El 1 de agosto de 2007 el gobierno de Sudán y las Naciones Unidas llegaron a un acuerdo para desplegar cerca de 26.000 tropas para controlar la situación en la región las cuales debían haber sido desplegadas en octubre.

El conflicto ha sido descrito como un genocidio por los medios de comunicación internacionales y por el gobierno de Estados Unidos, aunque no por la ONU.

Adada reconoció que «la misma naturaleza del estado sudanés, después del acuerdo de paz, es confusa» y hay dos leyes en vigor: «en el norte musulmán, está vigente la ley islámica».

El sur de Sudán, animista y cristiano en su mayoría, sufre a causa de la desorganización, añadió: «el referéndum por la autodeterminación, previsto para el año 2011, probablemente ratificará la secesión del resto del país».

Adada ofreció detalles estremecedores sobre la manera en que estalla la violencia entre tribus locales.

«En enero –reveló–, con motivo de la fiesta de la paz, estallaron grandes violencias entre grupos tribales que provocaron decenas de muertos». ¿El motivo? «No lograron ponerse de acuerdo sobre el grupo que debía bailar por la paz en los festejos».

«El problema de Darfur es un problema internacional», subrayó Adada, quien recordó en su relación que «Sudán es el país más grande de África. Bisagra de dos mundos: África y el mundo árabe. Limita con nueve países africanos. Puede decirse que desde su independencia (1 enero de 1956) ha conocido la paz sólo esporádicamente».

A esto, reconoció, se añadió la nueva presencia e inversión de China: «es verdad que ofrece armas, pero es una fuerza que hay que utilizar, pues al mismo tiempo contribuye al proceso de paz».

«Para la paz en Sudán –concluyó Adada–, se necesita la intervención de la comunidad internacional y la contribución de todos».

Por Chiara Santomiero

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ZENIT Staff

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