El poder y el dinero según Juan Pablo II

«Todo es gracia», explica el pontífice

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CIUDAD DEL VATICANO, 6 junio 2001 (ZENIT.org).- La seductora tentación del poder y de la riqueza adquiere una dimensión nueva cuando el hombre, en la oración, se ve a sí mismo, a los demás, y al mudo desde los ojos de Dios. Para el cristiano, según Juan Pablo II, en el fondo, «todo es gracia».

La tentación de «los buenos»
Al encontrarse en la audiencia general de este miércoles con unos quince mil peregrinos en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre ofreció su propia meditación sobre un Cántico sumamente sugerente del primer libro de las Crónicas (1 Crónicas 29, 10) para desenmascarar «la gran tentación que está siempre al acecho, cuando se realizan obras por el Señor».

Consiste, explicó, en «ponerse en el centro a sí mismos, sintiéndose casi como acreedores de Dios». Por el contrario, el creyente, añadió, «atribuye todo al Señor. No es el hombre, con su inteligencia y su fuerza, el artífice de lo que se ha realizado, sino el mismo Dios».

La reflexión del obispo de Roma continuaba así con la serie de meditaciones que está ofreciendo los miércoles sobre los Salmos y cánticos del Antiguo Testamento, que marcan el ritmo de la oración de sacerdotes, religiosos y laicos en la Liturgia de las Horas.

«Tentación universal»
Juan Pablo II definió la riqueza y el poder como «una tentación universal». Cuando el hombre pierde de vista a Dios, puede «actuar como si fuera árbitro absoluto de todo lo que se posee, hacer de ello motivo de orgullo y de abuso para los demás».

La oración, sin embargo, «vuelve a poner al hombre a su dimensión de «pobre» que recibe todo». En la oración, añadió, el hombre comprende su pequeñez y la grandeza de Dios. Una grandeza, añade el pontífice, que el pueblo de Israel en la Biblia expresa con palabras que se agolpan en la mente, «en una especie de apremio místico: grandeza, potencia, gloria, majestad, esplendor; y, más aún, fuerza y potencia», son las palabras utilizadas por el Cántico que el pontífice comentó este miércoles.

Todo es gracia
«Todo lo que el hombre experimenta como bello y grande debe ser referido a Aquél que se encuentra en el origen de todo y que lo gobierna todo», para el que contempla a Dios.

De este modo, el creyente, en la oración, comprende «la profunda verdad de que todo es gracia». Es más, «atribuye al Señor el mérito de todo lo que ha constituido su fortuna», ya se en el campo político o económico o social. Pues, «¡Todo viene de Dios!».

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ZENIT Staff

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