El porqué del llamamiento del Papa a armonizar ganancias y solidaridad

Una visión cristiana de la civilización del amor

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 2 octubre 2007 (ZENIT.org).- Detrás del llamamiento de Benedicto XVI a armonizar ganancias económicas y solidaridad se encuentra la visión cristiana de la civilización del amor, explica el portavoz de la Santa Sede.

El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información del Vaticano, ha profundizado en los llamamientos a la justicia social lanzados por Benedicto XVI, en el editorial del último número de «Octava Dies», semanario de información producido por el Centro Televisivo Vaticano del que también es director.

«Es necesario escoger entre la lógica de la ganancia como criterio último de nuestra acción y la lógica de compartir y de la solidaridad», decía el Papa el 23 de septiembre.

«La ganancia es naturalmente legítima –añadía–, y en la justa medida es necesaria para el desarrollo económico».

Pero al mismo tiempo, añade el portavoz, si este criterio aplasta «la justa distribución de los bienes, aumenta la desproporción entre los ricos y los pobres, y lleva a “un ruinoso abuso del planeta”».

«En definitiva, la lógica de la ganancia y la de la solidaridad no están en contradicción entre sí, sino en tensión, y su relación debe estar bien ordenada», aclara el padre Lombardi.

«En los grandes documentos de la doctrina social católica estos principios son profundizados y desarrollados, y aplicados a la realidad de hoy, ofreciendo una contribución preciosa para la evaluación continua de las tendencias y de los modelos de la economía moderna y de sus consecuencias sobre la condición humana y sobre el ambiente», añade el sacerdote.

Desde el punto de vista evangélico, «en el fondo, se trata de decidir entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la deshonestidad».

«Y también entre Dios y Satanás –avisa–, pues si al buscar la riqueza y el éxito material se sacrifica todo, ésta se convierte en un ídolo, que tomar el puesto de Dios en nuestra vida».

«Amar a Dios y a los hermanos», concluye, «es también el fundamento de las relaciones económicas sanas y constructivas».

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ZENIT Staff

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