El presidente de Filipinas perdona a los condenados a muerte

La Iglesia aplaude, a pesar de que constata posibles segundas intenciones

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MANILA, 12 dic 2000 (ZENIT.orgFIDES).- El 10 de diciembre pasado, con una iniciativa inesperada, el presidente de Filipinas, Joseph Estrada, perdonó la vida a 1.200 condenados a muerte, y ofreció la libertad a 200 detenidos políticos.

El indulto jubilar, en respuesta a las peticiones de la Iglesia católica, conmuta la pena capital en cadena perpetua y restituye la libertad a los prisioneros de conciencia. La agencia de la Santa Sede, «Fides», al informar sobre esta noticia, reconoce que de este modo el presidente quizá pretende alejar la moción de censura que podría derrocarle.

Después de haber participado en la Eucaristía en la iglesia de San Judas Tadeo, en Bacalod City, isla de Negros, Estrada anunció el 10 de diciembre, tomando de sorpresa incluso al obispo emérito de Bacalod, monseñor Antonio Fortich, que había celebrado la misa y pedido durante la homilía la liberación de los detenidos políticos con ocasión de Navidad.

En respuesta al anuncio, la Conferencia Episcopal de Filipinas dio a conocer un comunicado en el que acoge con satisfacción la decisión, definiéndola como «un gran paso adelante en la defensa de la vida»:

«Los obispos — dice el comunicado– no quieren discutir las motivaciones o las implicaciones que están detrás de esta iniciativa, pero la reciben como un gesto humanitario en la conclusión del Jubileo».

Según observadores citados por Fides, con esta decisión el presidente quiere ganarse los favores de la Iglesia filipina, que lo ha criticado duramente por el escándalo de las comisiones ilegales pidiendo a gran voz su dimisión.

Hacía tiempo que la Iglesia filipina pedía una medida de clemencia y el presidente había concedido ya una moratoria de las ejecuciones durante el año jubilar.

Monseñor Pedro Quitorio, portavoz de la Conferencia Episcopal, reafirmó la petición presentada por la Iglesia para de la ley sobre la pena de muerte.

Desde que fue introducida la pena capital, el año pasado, ha habido en el país siete ejecuciones. La primera fue la de Leo Echegaray, muerto con una inyección letal el 5 de febrero de 1999.

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ZENIT Staff

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