El presidente del episcopado Venezolano llama a la defensa de los derechos humanos

Al abrir los trabajos de su 83ª asamblea ordinaria

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CARACAS, martes, 11 enero 2005 (ZENIT.org).- En la realidad «plagada de contradicciones» –pero también llena de «posibilidades»– que atraviesa Venezuela se necesita una respuesta de «defensa y promoción de la dignidad de la persona y la integralidad de sus derechos humanos», alertó el viernes el presidente de los obispos de Venezuela.

Entre los últimos acontecimientos, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quedó ratificado en el poder hasta el año 2006 al ganar con más del 59% de los votos el referéndum revocatorio celebrado el pasado 15 de agosto, según resultados del Consejo Nacional Electoral (CNE), considerados por la oposición como fraudulentos.

«La realización azarosa y controversial del Referendo Revocatorio y de las Elecciones Regionales, las expresiones de represión ciudadana, el constreñimiento legal, y los episodios patentes de violencia impune y sicariato inédito» son puntos a los que aludió monseñor Baltazar Porras al analizar la realidad nacional en la apertura de la 83ª asamblea ordinaria de la Conferencia Episcopal Venezolana, que se celebra del 7 al 13 de enero.

Se trata de un panorama que cuestiona «la vigencia efectiva de una convivencia basada en auténticos valores humanos y cristianos» y que permite percibir «el cultivo de una dialéctica populista de recepción de dádivas, así como por la instalación de un conformismo y trivialización de la vida ciudadana, antítesis de la participación, la responsabilidad y el protagonismo», puntualizó el arzobispo de Mérida.

Un «serio discernimiento desde la fe» exige además la «paradójica situación»–explicó el prelado— en que «por una parte, el Poder Ejecutivo y, en general, el sector oficial propugnan un gran diálogo nacional», pero por otra, hay realidades «que encierran el peligro de la exclusión, contraria a las virtudes de la verdad, la libertad y la justicia».

Entre ellas enumeró «la proclamación de una nueva etapa para la consolidación revolucionaria»; «la implantación de una realidad legal, que, contrariando la letra constitucional, sigue en mora con el desarrollo de derechos sociales, económicos y políticos, penaliza peligrosamente conductas y opiniones»; así como la «politización de los órganos del poder judicial, que propicia reinterpretaciones del sentido mismo del derecho y revisiones de decisiones anteriores».

Son también realidades preocupantes –prosiguió– los informes de organizaciones del campo de los derechos humanos «que señalan un claro déficit en la superación de la corrupción, la impunidad, la discrecionalidad, la discriminación y represalia administrativas»; «los anuncios que cuestionan las garantías a la propiedad privada, en lo tocante a tierras llamadas ociosas de “vocación agrícola” o urbanas»; y «las perspectivas de centralización en los sistemas de salud y educación, que parecen apuntar hacia un monopolio estatal».

Además «la democracia venezolana adolece» de la «perspectiva en la que cada grupo humano, incluidos los sectores populares, sin discriminar ni excluir a ningún sector, tenga una palabra que decir y los acuerdos sean el producto de amplios consensos», denunció monseñor Porras.

Pero «el país pertenece a todos y su construcción y reconciliación es misión y tarea de todo el pueblo», recordó reclamando de Venezuela «un espacio abierto para todos, independientemente de quien haya recibido el mayor apoyo, sin excluir a la otra parte».

Ya en su mensaje del 17 de agosto pasado la presidencia del episcopado alertó de que «la esperanza debe animar siempre, y hoy más que nunca, al pueblo venezolano en las tareas ineludibles que se nos plantean de cara al futuro» y que «la Iglesia es y seguirá siendo casa y escuela de comunión, mensajera del evangelio de la unidad y de la paz», recordó monseñor Porras.

«Seamos conscientes –exhortó el viernes– de que como creyentes y como hijos de la Iglesia debemos hacernos» «“buena noticia”, sin aspavientos, pero sin miedos ni temores»,.

Ello se realiza –propuso el prelado– con el «anuncio incondicional de la verdad, buscada afanosamente»; «de la libertad, vivida en el pluralismo y el respeto del otro»; «de la solidaridad, entendida como el bien que se reparte equitativamente»; «y de la paz, promoviendo el bien común en todas sus dimensiones».

También se lleva a cabo –continuó– con «la denuncia pertinente y prudente, a tiempo y a destiempo, que deslegitime toda pretensión deshumanizante» e implica además el compromiso «con todo lo que humaniza».

«Todo ello se resume, una vez más, en la defensa y promoción de la dignidad de la persona y la integralidad de sus derechos humanos», recalcó.

En las sesiones de trabajo de esta semana de los prelados venezolanos se planificarán todas las actividades a desarrollar durante el año 2005, año dedicado a la Eucaristía y a las Vocaciones, y se pronunciarán sobre la realidad nacional y en cada uno de los aspectos que encierra el acontecer diario.

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ZENIT Staff

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