El programa de gobierno de Benedicto XVI: hacer la voluntad de Dios, no sus ideas

En la homilía de la misa de inicio solemne de su pontificado

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 24 abril 2005 (ZENIT.org).- El programa de gobierno de Benedicto XVI consiste en hacer la voluntad de Dios, no sus ideas, como él mismo subrayó este domingo en la homilía de inicio solemne de su pontificado como obispo de Roma.

En la eucaristía, que tuvo lugar con la participación de unas 400.000 personas en la plaza en la del martirio del apóstol Pedro, el Papa Joseph Ratzinger recibió el palio y el anillo del pescador, símbolos de su ministerio petrino.

«Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia», afirmó el Santo Padre.

El mismo pontífice recordó que el pasado 20 de abril ya había expuesto los grandes rasgos de su pontificado, en un mensaje leído en latín tras la misa que celebró en la Capilla Sixtina con los cardenales.

En esa ocasión se comprometió a promover la unidad en la Iglesia, la unidad con las demás confesiones cristianas, y la unidad de la familia humana, siguiendo la senda trazada por el ConcilioVaticano II.

La homilía se caracterizó por momentos de gran sinceridad, en los que los peregrinos interrumpieron al Papa 39 veces.

«Y ahora, en este momento, yo, débil siervo de Dios, he de asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana. ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo seré capaz de llevarlo a cabo?», preguntó a los presentes.

«No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo –respondió–. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce. Y me acompañan, queridos amigos, vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza».

«Sí, la Iglesia está viva», dijo en referencia a los días que han transcurrido desde la enfermedad y muerte de Juan Pablo II hasta la celebración del cónclave y elección del nuevo Papa.

«La Iglesia es joven –aseguró el Papa alemán–. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro».

«La Iglesia está viva y nosotros lo vemos –añadió–: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva; está viva porque Cristo está vivo, porque él ha resucitado verdaderamente».

Una de las palabras más repetidas fue precisamente «alegría» «gioia». El «siervo de los siervos de Dios», como se reconoció, recordó las palabras del inicio de pontificado de su predecesor, cuando clamó: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!».

«El Papa hablaba a los fuertes, a los poderosos del mundo, los cuales tenían miedo de que Cristo pudiera quitarles algo de su poder, si lo hubieran dejado entrar y hubieran concedido la libertad a la fe», recordó.

«Sí, él ciertamente les habría quitado algo: el dominio de la corrupción, del quebrantamiento del derecho y de la arbitrariedad. Pero no les habría quitado nada de lo que pertenece a la libertad del hombre, a su dignidad, a la edificación de una sociedad justa», aseguró.

«Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande», añadió.

«¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida –reconoció–. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera».

«A partir de la experiencia de una larga vida personal», Benedicto XVI lanzó su último mensaje a los «queridos jóvenes»: «¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida».

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ZENIT Staff

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